sus candentes ojos
eclipsan mi adusto pensamiento.
A penas sin ingenio,
ando a la caza de lucidez.
No se escuchan aleluyas
en el rumor de las palabras,
no voy a quedar en buen
lugar,
impávida, corro el
riesgo de abortar sensaciones.
¿Dónde queda el júbilo
de los ángeles sobrevolando los tejados?
Es otoño, los pájaros
se alejan del frío,
saben bien leer su
estrofa,
sin caer de rodillas,
escapan de la muerte,
como el vano devenir
del corazón de un poeta,
que migra
peligrosamente en el golpeo de sus versos.
Es otoño, el poema va a
acabar como empezó,
con un abrazo del sol,
pero ahora es el vuelo
de una casual y arriesgada mariposa,
la que se cruza,
presume y existe.
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