Rosa Berbel es una poeta nacida en Estepa, Sevilla, en 1997. Graduada en Literaturas Comparadas por la Universidad de Granada, en 2016 resultó ganadora de la IV Edición del Certamen Ucopoética. Ha aparecido en antologías como La pirotecnia peligrosa: 11 poetas sevillanos para el siglo XXI (Ediciones en Huida, 2015), Supernova (Bandaàparte Ediciones, 2016) o Algo se ha movido (Esdrújula Ediciones, 2018). Ha antologado junto con Juan Domingo Aguilar la muestra de poesía joven Piel fina (Maremágnum, 2019). Su primer libro, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), fue ganador del XXI Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, y ha sido asimismo galardonado con el Premio de la Crítica de Andalucía a la mejor Ópera Prima y el Premio Ojo Crítico de Poesía de RNE.
¿Cuándo y cómo nació tu
vocación por la poesía?
Es difícil
siempre datar estos inicios. El primer poema lo escribí en la adolescencia,
aunque mi relación con la poesía, que entiendo que es una cosa distinta, es más
difusa y seguramente me sobrevino mucho antes. No entiendo la poesía como un
género ni como una práctica que se materialice necesariamente en un espacio
concreto como es el del poema. La poesía para mí es un vínculo particular con
el lenguaje y con la realidad, y supongo que, para este tipo de vínculos, la
infancia es un momento privilegiado. Luego esta perspectiva se codificó en
poemas, adquirió forma, un tono que en la adolescencia tenía mucho que ver con
lo sentimental.
¿Qué poetas despiertan tu
admiración y por qué?
Me interesan
sobre todo los autores que entienden la poesía como una forma genuina de
conocimiento y de pensamiento. Quienes no dan por sentado qué es o qué puede
hacer el poema, sino que lo inventan en cada acto de escritura, sin las respuestas
dadas de antemano. En este cajón entran, claro, poéticas muy distintas y
aproximaciones diferentes al estilo, pero diría que este es el nexo común.
Admiro por estas razones, por ejemplo, a Emily Dickinson, que es una autora que
me entusiasma y que es monumental.
¿Has experimentado ya con
otros géneros literarios?
Por el
momento me siento muy cómoda en el poema, que es un espacio mucho más flexible
y generoso de lo que creemos, un espacio de apertura. No tengo una comprensión
muy estanca de los géneros así que es posible que en el futuro experimente con
otras cosas, aunque la poesía va, como digo, más allá del poema e intentaría
siempre trasladar el hacer poético a otros discursos. Eso no tiene que ver con
escribir novelas más cursis o más aburridas, como pasa a veces con algunos
poetas que se pasan a la narrativa, sino con pensar el proceso de escritura y
el relato desde otro lugar, menos lineal, más discontinuo.
¿Qué significó para ti ser
ganadora del XXI Premio Poesía Joven Antonio Carvajal?
Fue un
momento muy especial, porque aunque llevaba tiempo gestando el libro y hasta
compartiendo algunos poemas, el acto de publicar y de encontrar lectores al
otro lado da cierto vértigo, se siente como un abismo. Para mí, que había leído
con mucho interés a otros ganadores anteriores del premio y que admiraba
profundamente el catálogo de Hiperión, fue también una gran alegría no solo
sacar el libro sino hacerlo en esas condiciones. Aunque los premios no son ni
mucho menos el único camino para publicar un primer libro, o para llegar a
ciertas cotas de visibilidad, sí es cierto que facilitan en gran medida el
trabajo, así que estoy muy satisfecha de haber tomado la decisión de enviarlo
al concurso.
¿Cómo
percibes la poesía de los últimos tiempos?
Soy optimista con lo que se está escribiendo
en este momento y con los retos que aún nos quedan por afrontar desde la
escritura. Afrontamos en el presente varias crisis simultáneas, política,
social, ecológica, afectiva y, entre ellas, también una crisis fundamental en
el lenguaje, en los significados habituales que atribuimos a las cosas y que
ahora se nos muestran gastados. La poesía tiene mucho que hacer, que decir y
pensar ante estas crisis, y eso da algo de miedo pero es entusiasmante. Me
alegra que la poesía joven esté tan de relieve, aunque es mucho menos homogénea
de lo que se piensa y mucho más propositiva. Y más allá de lo que escribimos
los jóvenes, percibo una diversidad y una radicalidad expresiva absoluta. Antes
era más fácil pensar en escuelas, generaciones o estéticas cerradas, pero ahora
el paisaje literario tiene mayor pluralidad, es quizá más representativo.
Me cuesta
pensar en temas, porque creo que la poesía siempre rebasa estas claves
temáticas. Me gusta más pensar en conflictos, de todo tipo. Me inspira la
tensión que existe en las relaciones entre lenguaje y realidad y cómo irrumpe
lo político en el centro de esa tensión. A propósito de esto, suelo pensar
sobre las crisis, las precariedades, las disidencias, etc. También diría que me
gusta bastante todo lo que la poesía tiene de anticipación, de proyecto de
futuro, de especulación, y todos los temas que podamos asociar con esta
naturaleza utópica.
Justo tengo terminado
un libro que se interroga sobre estas cuestiones: cómo atajar las crisis y cómo
encontrar líneas de fuga utópicas en este panorama crítico. Mis últimos poemas
parten de un ecosistema apocalíptico o posapocalíptico y se preguntan cómo
salir de ahí, cómo cambiar el paisaje o las relaciones entre los personajes, y
cómo utilizar para ello las herramientas que nos proporciona el lenguaje
poético.
Muchas gracias, Rosa.
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