Sé de paisajes y ciudades hermosas
y algunas tan bellas…Viví en Alcalá de Henares. Dos años viví en esta ciudad;
conocí a las cigüeñas en sus grandes nidos sobre la torre de la Iglesia, sus
mesones, la Capilla del Oidor, sus conventos, sus llanos y vaguadas, sus montes
bajos y su río Henares de mañanas de domingo transitando por su orilla. Conocí
sus almendros en flor y sus nevadas de
pétalos y recuerdo a mi perro, lo veo ágil, vivo… corriendo por campos vedados,
asustando sin quererlo liebres y conejos: “corrían como liebres asustadas y
prometí…”, dice el poema..: prometí no olvidarte jamás, Alcalá de Henares,
prometí llevarte en mi corazón como un latido perpetuo porque entonces te amé y
sigo amándote.
Te añoro cada día Alcalá de Henares, sé por
qué no volveré más a ti, a recorrer tus calles, a contemplar tus casas, tus
conventos, a transitar más aquel trayecto mil veces recorrido: Alcalá-Madrid Madrid-Alcalá y regresar de nuevo a tu remanso
de silencio, a encontrarme de nuevo con tu Puerta de Madrid que dejé unas horas.
La razón, el pecado capital más venial de todos, la pereza que crece pareja con
los años o quizá por querer seguir viviendo aquel tiempo de dicha que me diste
entonces y puede que ya no lo hallara ni aun encontrándome de frente con tu
belleza. Porque sólo hay un tiempo vivido de gozo en el que todo se nos da y el
recuerdo, tal vez, sea más bello que cualquier realidad vivida.
Creo que nunca más Alcalá de
Henares volveré a ti. Escribiendo estas líneas he sido consciente de ello. Porque tu orilla, río
Henares, no será la misma que fue entonces, ni mi perro ya es el mismo, ni el
tiempo pasado es ya…; ni yo soy…
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