"Tronc d'Olivera" de Enric Serra Vilar |
Egipcios,
romanos, fenicios, mozárabes, judíos errantes y aceituneros altivos, trajeron
hasta mí la esencia de su cuerpo y en él me hice carne.
Es la
semilla que dejó sus raíces un día de fiesta. Hoy, orgullosa y serena, en lo
más profundo de mí, aún le envuelve el líquido amniótico que obrara el precioso
milagro de nacer a los siglos.
Está
cansado, pero sigue en pie; a veces, no puede con su peso y se encorva, pero no
se rinde. Lucha contra viento, lluvia, hachas, varas, sol, el frío y el hombre.
Se resiste a ceder el tesoro de su sangre, pero se desvanece en cada golpe. En
cada estremecimiento, las redes aguardan bajo su sombra a recoger la punta de
sus dedos con las primeras luces.
Prisionero
de sí mismo y estático se ofrece al mundo. Solo espera que otros brazos, otras
manos, otros ojos y otra hambre, le desnuden poco a poco, le dejen como
siempre, abandonado al silencio y en la negra soledad se pregunte. ¿Quiénes
somos?
Somos,
La Madre Tierra y el Centenario Olivo.
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