I
Luz partida
en mitad de la marisma
que en crisol
deshace arenas doradas,
sueña con
altivas naves aladas
rotas en más
de mil perdidas islas.
Escandalosas
sirenas invocan
a las
traviesas almas marineras
de danzantes
mártires hilanderas,
que tejen
redes en forma de rocas.
Grávido suelo
fértil sanluqueño
nacido del
salado padre barro,
que con
celeste corazón velero
siguiendo el
rumbo con timón varado,
me has dejado
ver ocultos senderos
y renacer
cada día en tus brazos.
Altivas
fachadas ocres y blancas
silentes
miran al angosto mar,
subidas a
lomos de su arrabal
por
durmientes faroles arropadas.
Celosas
cigarras mezclan mil sones
callejeando
sin rumbo entre sombras,
y dejan sus
azules voces roncas
dando a luz a
amantes en los rincones.
Tus casas,
Sanlúcar, del más rojo oro,
sueñan al
alba con ser amapolas,
frescos y
arrebolados los rostros,
que dirigen
al horizonte sus copas
sintiendo el
más hondo gozo
de ser de
noche mecidas por olas.
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