SALUDO:
Estimados amigos de Absolem:
Estoy a punto de salir para Francia, pero no quiero dejar de responder a
vuestra amable invitación. Aquí os envío algunas fotos y en cuanto a biografía
y algún pasaje de mi novela, podéis tomarlas libremente. En Internet encontraréis algunas entrevistas. No me da tiempo para más. Un saludo cordial.
Juan Eslava
RESEÑA DEL AUTOR
Juan Eslava Galán nació en Arjona (Jaén) en 1948; se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Granada y se doctoró en Letras con una tesis sobre historia medieval. Amplió estudios en el Reino Unido, donde residió en Bristol y Lichfield, y fue alumno y profesor asistente de la Universidad de Ashton (Birmingham). A su regreso a España ganó las oposiciones a Cátedra de Inglés de Educación Secundaria y fue profesor de bachillerato durante treinta años, una labor que simultaneó con la escritura de novelas y ensayos de tema histórico. Ha ganado los premios Planeta (1987), Ateneo de Sevilla (1991), Fernando Lara (1998) y Premio de la Crítica Andaluza (1998). Sus obras se han traducido a varios idiomas europeos.
Es Medalla de Plata de Andalucía y Consejero del Instituto de Estudios Giennenses.
Es autor de una docena de novelas entre las que destacan:
- En Busca del Unicornio, (Premio Planeta, 1987; Premio Chianti Rufino Enrico Fattore a su traducción italiana, Italia, 1988)
- El comedido Hidalgo (Premio Ateneo de Sevilla, 1994)
- Señorita, (Premio Fernando Lara en 1998 y Premio de la Crítica Andaluza, 1998)
- La Mula, ambientada en un episodio verdadero de la Guerra Civil
Es autor de una docena de novelas entre las que destacan:
- En Busca del Unicornio, (Premio Planeta, 1987; Premio Chianti Rufino Enrico Fattore a su traducción italiana, Italia, 1988)
- El comedido Hidalgo (Premio Ateneo de Sevilla, 1994)
- Señorita, (Premio Fernando Lara en 1998 y Premio de la Crítica Andaluza, 1998)
- La Mula, ambientada en un episodio verdadero de la Guerra Civil
También es autor de algunos ensayos entre los que cabe destacar:
- Los castillos de Jaén (Universidad de Jaén, 1999)
- Los templarios y otros enigmas de la historia (Ed. Planeta, 1991)
- Historia de España contada para escépticos (Ed. Planeta, 1995)
- Santos y Pecadores (Ed. Planeta, 2002)
- Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie (Ed. Planeta, 2005)
- Un jardín entre olivos (Ed. RBA, 2004) explica la cultura del olivo y del aceite
- El paraíso disputado (Guías Aguilar, 2003) recorre la Ruta de los Castillos y las Batallas a través de las provincias de Ciudad Real, Jaén y Granada.
- Los castillos de Jaén (Universidad de Jaén, 1999)
- Los templarios y otros enigmas de la historia (Ed. Planeta, 1991)
- Historia de España contada para escépticos (Ed. Planeta, 1995)
- Santos y Pecadores (Ed. Planeta, 2002)
- Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie (Ed. Planeta, 2005)
- Un jardín entre olivos (Ed. RBA, 2004) explica la cultura del olivo y del aceite
- El paraíso disputado (Guías Aguilar, 2003) recorre la Ruta de los Castillos y las Batallas a través de las provincias de Ciudad Real, Jaén y Granada.
Juan Eslava Galán ha traducido la poesía de T.S. Eliot. También escribe novelas de ficción histórica con el pseudónimo Nicholas Wilcox. (La Lápida Templaria, Los falsos peregrinos, Las trompetas de Jericó, La sangre de Dios y Los templarios y la Mesa de Salomón).
1. DE LA LLEGADA DEL PESQUISIDOR
CON QUE DA COMIENZO ESTA VERDADERA HISTORIA
Viernes
primero de agosto, pasada la hora de las grandes calores, cuando el sol declina
y las sombras se alargan, un joven caballero de gentil talle descabalgó en el
patio empedrado de la venta de Palomares, a una legua de Valladolid.
Avisado
por un zagalejo, salió el ventero y, advirtiendo por el atuendo y la calidad de
la montura que el viajero era persona principal, aunque no se acompañara de
criados ni mucho equipaje, le dispensó las zalemas y reverencias que los de su
oficio usan con los huéspedes pudientes.
—Pasad,
caballero, y mandad lo que gustéis, que en esta casa hallaréis de todo.
—Un aposento
que no haya de compartir con nadie —solicitó el caballero.
—Tenemos un cuarto arriba donde vuesa merced
se encontrará como en la gloria, sin molestia alguna —dijo el ventero—. El daño
está en que es de dos camas y de aquí a la noche otro huésped podría demandar
la vacante.
—Yo pagaré las dos de buena gana con tal de
que nadie ronque a mi lado —contestó el caballero—. Poned sábanas limpias y
subidme agua con la que refrescarme. Y ahora mostradme el camino de las cuadras
y acomodaré al caballo.
—Eso puede hacerlo
mi zagal —ofreció el ventero.
—Yo sabré
hacerlo sin ayuda —objetó el caballero—. Que el zagal traiga un cuartillo de
cebada y mirad que no esté vana ni tomada de la roya.
El ventero
advirtió que el caballero era más avisado de lo que su poca edad prometía, pues
se guardaba de los latrocinios que en las ventas comúnmente se cometen cuando
quitan al animal la cebada, en cuanto el amo traspone, y le dejan solo la paja
y las granzas.
Apiensado el
caballo, el caballero subió a su cuarto, donde ya la ventera le había prevenido
una jofaina de agua fresca del pozo con la que, despojándose del jubón, se
refrescó el rostro y el cuello. Puesta la jofaina en el suelo, se sentó en la
cama e introdujo en el agua los pies que traía recocidos de las botas. En ello estaba
cuando regresó la ventera trayéndole un pañizuelo para que se secara y quedó
prendada de los pies blancos y delicados del caballero, que más le parecieron
de doncella.
Había en la
posada mucho trajín de arrieros, por lo que el caballero se hizo servir la cena
en su aposento. Una criadita joven le subió una escudilla con más repollo que
carnero, que le supo a manjar por los buenos apetitos que la jornada le había
despertado, y una jarrilla de aguamiel de la que apenas probó unos sorbos.
Levantado el
servicio, el caballero corrió el cerrojo de la puerta, cerró el postigo del
ventanuco que daba al campo, dejando tan solo una rayita de luz de luna sobre
la tablazón del suelo, acomodó su faltriquera debajo de la almohada y,
despojándose de la ropa hasta quedar en paños menores, se echó a dormir sin que
a su cansancio importunaran la dureza del colchón de borra, el apresto de las
sábanas, la serenata de las chicharras ni las risotadas de los arrieros que en
el patio tomaban el fresco entre tientos de frasca, canturreos de borracho y
las bromas soeces que entre la gente baja se usan.
Antes de
conciliar el sueño, nuestro caballero desdobló un papel y a la luz de una
palmatoria leyó, una vez más, la carta de la duquesa de Arjona que lo había
puesto en camino, en especial la parte donde decía: «... han acusado de
homicidio a nuestro buen amigo don Miguel de Cervantes y lo han encerrado en la
cárcel de la corte junto con sus hermanas, su hija y su sobrina. Está tan
abatido y apesadumbrado que ni habla ni come, ni parece que quiera seguir
viviendo...».
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