Un soneto me da la Oruga Azul
con destino a mi ser de mil añadas,
y llega cada cuatro o más semanas
a abrigar mis entrañas con su tul.
Un juramento al pan de aguas nevadas,
al sueño entre sombrajes de abedul
al fondo cristalino del baúl
donde guardo las huellas venturadas.
Es por eso que adoro sus misiones,
a sus dulces doncellas con frescura
en perfecta alianza con sus sones;
al dejarnos batir con tanta usura
en este mundo lleno de prisiones,
a las que venceremos sin tortura.
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