Ha llegado el momento. Una mañana,
mientras el rocío aún se aferra a la hierba y el sol apenas asoma por las
cumbres, sientes la llamada. No es un sonido, sino una inquietud que te roe por
dentro, una necesidad imperiosa de contar una historia. El olor a tierra
mojada, el canto de los pájaros que te despierta cada amanecer, el murmullo del
arroyo que serpentea entre los olivos… Todo te empuja hacia ella. Sabes que tu
vida en el mundo rural, tu conexión íntima con la naturaleza que te rodea,
tiene un relato esperando ser desenterrado.
Esta es la llamada a la aventura: el V
Certamen de Relato Corto "El Sombrero de Tres Picos" te espera, y
sabes, en lo más hondo de tu ser, que debes responder.
La primera reacción es, quizás, la duda. ¿Yo?
¿Escribir? Puede que pienses que tus manos están más habituadas a la azada que
a la pluma, que tus historias son para el calor de la lumbre y no para el papel
impreso. Esta es la negativa a la llamada, el miedo a lo desconocido, a salir
de tu zona de confort. Pero la semilla ya está plantada. La visión de un relato
que entrelace la fuerza de la tierra con la magia de las palabras es demasiado
poderosa para ignorarla.
Entonces, un día, mientras trabajas
plácidamente la tierra, aparece tu mentor. Quizás sea la abuela sabia, que
siempre te ha contado cuentos junto a la chimenea, o el viejo pastor que conoce
cada secreto de la sierra y te ha enseñado a leer las nubes. Puede que sea un
libro olvidado en un rincón de la casa, una colección de relatos de tu propia
tierra que te inspira y te muestra el camino. Este mentor no te da las
respuestas, pero te proporciona la ayuda sobrenatural: te anima, te convence de
que la historia que llevas dentro merece ser contada. Te recuerda la riqueza de
los productos de nuestra tierra, no solo como alimento, sino como inspiración:
el dulzor de la miel que te conecta con el trabajo incansable de las abejas, el
aroma del aceite de oliva virgen que evoca siglos de tradición, la solidez del
pan de pueblo que habla de manos sabias y paciencia.
Tomas la decisión. Recoges tus herramientas de
labranza y, por un momento, las cambias por una libreta y un bolígrafo. El
umbral se presenta ante ti: un folio en blanco, una pantalla en blanco. Este es
el cruce del primer umbral, el momento en que te comprometes con la aventura.
No hay vuelta atrás. Las palabras empiezan a fluir, torpes al principio, pero
cada vez con más ritmo. Empiezas a observar tu entorno con ojos nuevos, con la
mirada del escritor: el matiz del verde de los campos tras la lluvia, la
textura rugosa de la corteza de un viejo algarrobo, el eco de las campanas de
la iglesia en el valle. Cada detalle se convierte en un posible hilo para tu
relato.
Una vez que cruzas el umbral, el mundo se abre
de par en par, y con él, las pruebas y los aliados. Te enfrentarás a la página
en blanco que parece reírse de ti, a la frase que no encaja, a la duda de si lo
que escribes tiene sentido. Estas son tus pruebas, aliados y enemigos. Pero,
también conocerás a otros que comparten tu pasión, quizás en un taller de
escritura local o a través de foros en línea. Descubrirás la camaradería de
quienes, como tú, se atreven a crear. Tus propios recuerdos, tus vivencias en
el campo, los personajes que has conocido a lo largo de tu vida —el curtido
agricultor, la anciana que hila historias con cada puntada, el niño que
persigue mariposas en los campos de amapolas— se convierten en tus aliados,
fuentes inagotables de inspiración. La esencia de los productos de nuestra
tierra se integra en tu narrativa: el vino que se bebe en las fiestas
populares, el queso que se cura en la frescura de la cueva, la almendra tostada
que cruje bajo los dientes. Cada uno de ellos teje una capa más profunda en tu
historia.
Llega un momento de crisis, de enfrentamiento
directo con el miedo más grande: el de no ser capaz. Este es el acercamiento a
la caverna más profunda, la hora más oscura antes del amanecer. Dudarás de ti,
de tu talento, de la pertinencia de tu relato. Es en este punto cuando la
conexión con la tierra se vuelve más fuerte. Sal al campo, siente la brisa en
tu rostro, escucha el silencio roto solo por los sonidos de la vida salvaje.
Permítete respirar y conectar con la fuente original de tu inspiración. Recuerda
por qué empezaste: por la belleza de tu tierra, por la autenticidad de sus
gentes, por el sabor inconfundible de sus productos.
De esa conexión renace la fuerza. Las palabras
vuelven a brotar, con más fuerza, con más verdad. Has superado el bloqueo, la autocensura.
Tu relato adquiere una forma definitiva, pulida, viva. Has transformado la
esencia de tu experiencia rural en una obra de arte. La sabiduría de tus
mayores, el ciclo de las estaciones, la dureza y la recompensa del trabajo en
el campo, todo se fusiona en un relato vibrante que honra tus raíces.
Emerges
transformado. La historia está completa. Has dado forma a lo inefable, has
plasmado en palabras la riqueza de tu entorno. Esta es la recompensa: tu relato
terminado, el manuscrito que sostiene en tus manos, la satisfacción de haber
creado algo desde lo más profundo de tu ser. No es solo un texto; es un pedazo
de ti, de tu tierra, de tu gente. Es el testimonio de la belleza de lo rural,
de la autenticidad de sus tradiciones, del sabor genuino de sus productos.
La vuelta con el elixir implica enviar tu
relato al V Certamen de Relato Corto "El Sombrero de Tres Picos". Has
logrado transformar tu experiencia personal en inspiración para otros.
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