La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 12 de agosto de 2025

El viaje del héroe rural, por Francisca Pérez Ramírez.


 


Ha llegado el momento. Una mañana, mientras el rocío aún se aferra a la hierba y el sol apenas asoma por las cumbres, sientes la llamada. No es un sonido, sino una inquietud que te roe por dentro, una necesidad imperiosa de contar una historia. El olor a tierra mojada, el canto de los pájaros que te despierta cada amanecer, el murmullo del arroyo que serpentea entre los olivos… Todo te empuja hacia ella. Sabes que tu vida en el mundo rural, tu conexión íntima con la naturaleza que te rodea, tiene un relato esperando ser desenterrado.

 Esta es la llamada a la aventura: el V Certamen de Relato Corto "El Sombrero de Tres Picos" te espera, y sabes, en lo más hondo de tu ser, que debes responder.

 La primera reacción es, quizás, la duda. ¿Yo? ¿Escribir? Puede que pienses que tus manos están más habituadas a la azada que a la pluma, que tus historias son para el calor de la lumbre y no para el papel impreso. Esta es la negativa a la llamada, el miedo a lo desconocido, a salir de tu zona de confort. Pero la semilla ya está plantada. La visión de un relato que entrelace la fuerza de la tierra con la magia de las palabras es demasiado poderosa para ignorarla.

 Entonces, un día, mientras trabajas plácidamente la tierra, aparece tu mentor. Quizás sea la abuela sabia, que siempre te ha contado cuentos junto a la chimenea, o el viejo pastor que conoce cada secreto de la sierra y te ha enseñado a leer las nubes. Puede que sea un libro olvidado en un rincón de la casa, una colección de relatos de tu propia tierra que te inspira y te muestra el camino. Este mentor no te da las respuestas, pero te proporciona la ayuda sobrenatural: te anima, te convence de que la historia que llevas dentro merece ser contada. Te recuerda la riqueza de los productos de nuestra tierra, no solo como alimento, sino como inspiración: el dulzor de la miel que te conecta con el trabajo incansable de las abejas, el aroma del aceite de oliva virgen que evoca siglos de tradición, la solidez del pan de pueblo que habla de manos sabias y paciencia.

 Tomas la decisión. Recoges tus herramientas de labranza y, por un momento, las cambias por una libreta y un bolígrafo. El umbral se presenta ante ti: un folio en blanco, una pantalla en blanco. Este es el cruce del primer umbral, el momento en que te comprometes con la aventura. No hay vuelta atrás. Las palabras empiezan a fluir, torpes al principio, pero cada vez con más ritmo. Empiezas a observar tu entorno con ojos nuevos, con la mirada del escritor: el matiz del verde de los campos tras la lluvia, la textura rugosa de la corteza de un viejo algarrobo, el eco de las campanas de la iglesia en el valle. Cada detalle se convierte en un posible hilo para tu relato.

 Una vez que cruzas el umbral, el mundo se abre de par en par, y con él, las pruebas y los aliados. Te enfrentarás a la página en blanco que parece reírse de ti, a la frase que no encaja, a la duda de si lo que escribes tiene sentido. Estas son tus pruebas, aliados y enemigos. Pero, también conocerás a otros que comparten tu pasión, quizás en un taller de escritura local o a través de foros en línea. Descubrirás la camaradería de quienes, como tú, se atreven a crear. Tus propios recuerdos, tus vivencias en el campo, los personajes que has conocido a lo largo de tu vida —el curtido agricultor, la anciana que hila historias con cada puntada, el niño que persigue mariposas en los campos de amapolas— se convierten en tus aliados, fuentes inagotables de inspiración. La esencia de los productos de nuestra tierra se integra en tu narrativa: el vino que se bebe en las fiestas populares, el queso que se cura en la frescura de la cueva, la almendra tostada que cruje bajo los dientes. Cada uno de ellos teje una capa más profunda en tu historia.

 Llega un momento de crisis, de enfrentamiento directo con el miedo más grande: el de no ser capaz. Este es el acercamiento a la caverna más profunda, la hora más oscura antes del amanecer. Dudarás de ti, de tu talento, de la pertinencia de tu relato. Es en este punto cuando la conexión con la tierra se vuelve más fuerte. Sal al campo, siente la brisa en tu rostro, escucha el silencio roto solo por los sonidos de la vida salvaje. Permítete respirar y conectar con la fuente original de tu inspiración. Recuerda por qué empezaste: por la belleza de tu tierra, por la autenticidad de sus gentes, por el sabor inconfundible de sus productos.

 De esa conexión renace la fuerza. Las palabras vuelven a brotar, con más fuerza, con más verdad. Has superado el bloqueo, la autocensura. Tu relato adquiere una forma definitiva, pulida, viva. Has transformado la esencia de tu experiencia rural en una obra de arte. La sabiduría de tus mayores, el ciclo de las estaciones, la dureza y la recompensa del trabajo en el campo, todo se fusiona en un relato vibrante que honra tus raíces.

  Emerges transformado. La historia está completa. Has dado forma a lo inefable, has plasmado en palabras la riqueza de tu entorno. Esta es la recompensa: tu relato terminado, el manuscrito que sostiene en tus manos, la satisfacción de haber creado algo desde lo más profundo de tu ser. No es solo un texto; es un pedazo de ti, de tu tierra, de tu gente. Es el testimonio de la belleza de lo rural, de la autenticidad de sus tradiciones, del sabor genuino de sus productos.

 La vuelta con el elixir implica enviar tu relato al V Certamen de Relato Corto "El Sombrero de Tres Picos". Has logrado transformar tu experiencia personal en inspiración para otros.

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