Se vengará el
mar, de todos sus hijos.
Los arrecifes y
los corales.
Se vengará la
tierra con todos sus espectros.
El fuego con toda
su lava,
las lenguas que
habitan sus casas.
Se vengará el sol
de sus eclipses, y de la infidelidad
de la luna.
Se vengará el
Tifón, el huracán pendenciero
que exige
su sitio vomitando sobre el mirador,
la carrocería de
los transeúntes.
La palabra, la
poesía, la guitarra, el esperpento.
La noche, la
sombra, la farola, el cerco a las ratas,
y la epidemia de
gripe.
Se vengarán los
jarrones
por soportar el agua de los tallos,
sacados de su
raíz para ser el decorado
junto a un cuadro
de Monet en la salita.
Se vengarán los
tibios contra los fuertes.
Unos labios
secos, contra tu cuerpo desnudo en una cama.
El orgasmo que
mantiene indiferente a las putas;
mientras las señoras piensan en la cena o la
comida de mañana.
Se vengará la
indiferencia en las playas.
El recorrido de los barcos, de los petroleros,
de los plásticos,
de las algas a la deriva.
El hecho ha sido
consumado.
El maestro ha
dejado paso al alumno.
Se vengará en la
distancia de un puño.
Cualquiera de
ellos.
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