El máximo responsable del departamento comercial
analizó miles de curriculums, realizó entrevistas, encargó test psicotécnicos y
sometió la terna final de candidatos a una dinámica de grupo, seguida de un
examen teórico-práctico. La había pifiado tantas veces eligiendo a su becario
de turno, que estaba decidido a no equivocarse otra vez.
Lo tenía
claro desde el principio, pero el exhaustivo proceso de selección confirmó lo
que su intuición le indicaba: Ana era la mejor. Trilingüe, impecable expediente
académico, perfil internacional y doble licenciatura con máster. Las pruebas
arrojaron conclusiones irrefutables sobre su capacidad de trabajo en equipo y
sus dotes de liderazgo natural. Eso no era lo mejor: tenía una sonrisa y un
estilazo que tiraban de espaldas, era simpática a más no poder y hasta parecía
buena persona.
En
definitiva: un diamante en bruto y una réplica de sí mismo.
Tenía
planes para ella. Después de una vida entera dedicada a la compañía y
habiéndole confirmado el médico que tenía un Alzheimer - inoportunamente
prematuro - que se lo iba a tragar a
bocados, soñaba con ser Pigmalión. Quería ser un maestro para Ana: Enseñar –
sin guardarse nada – y mostrarle el camino para pasarle el relevo antes de
perderse en las brumas de la memoria. Llamó al departamento de selección de
personal y comunicó su decisión a la voz de la responsable. Para él los empleados jóvenes eran sólo
voces, porque los nombres se esfumaban.
–Será Ana,
no tengo dudas. – Dijo, muy sorprendido de recordar el nombre.
–Pues me
vas a perdonar pero acabo de detectar un obstáculo. – Respondió una voz
enérgica. – Esa chica no puede ser. No tiene ningún contacto en Linkedin.
–Y eso ¿qué
importancia tiene? Yo estoy y nunca respondo a las invitaciones.
–Tú tienes
más de medio siglo y eso te disculpa, aunque te advierto que la gente murmura a
tus espaldas. – La voz suspiró. –Pero
ella tiene veinticinco y no está.
–Ya… y ¿qué
pasa por eso? Ya estará. Piensa que no ha trabajado nunca y andaba ocupada
estudiando.
–No sabes
nada del mundo. Si no tienes contactos en Linkedin, no existes. El mercado te
ve como un espectro sospechoso que da miedo y te ignora.
–Hija no
seas tan radical, se habrá dedicado a otras redes… ya sabes cómo son los
jóvenes.
Un tenso
silencio se instaló en la línea.
–No pensaba
decírtelo para no condicionarte, pero es mejor que lo sepas. Ana no existe. No
está en ninguna red. Si pones su nombre en el buscador no sale nada. Esa chica
es un agujero negro. – La voz hablaba bajito, como asustada. – ¿No iras a decirme ahora que no es
raro?
Se quedó
paralizado. Recordó a sus hijos, a los amigos de sus hijos y a los hijos de sus
amigos y comprendió que aquella chica era una divergente inadaptada, incluso
podría tratarse de una insurgente peligrosa. Se sintió desolado, pero en su
intachable departamento no tenía cabida un verso suelto atascado en el
pasado.
La voz
eficiente volvió a hablarle:
–Espera un
segundo…es Ana… me está llamando. ¿Ves lo que te digo? – La voz parecía
molesta. – Estos elementos marginales hacen cosas raras, como llamar por voz en
lugar de escribir correos. Hablo con ella y te cuento.
Unos
minutos después, la voz regresó:
–Nos han
resuelto el dilema. La chica ha aceptado otra oferta de trabajo. – Dijo la voz,
que no parecía contenta.
– ¿Y quién
ha sido el insensato que la ha fichado? Debe ser una pyme… a una grande no se
le escapan estas cosas.
– ¡No te lo
vas a creer! – La voz reía por no llorar. – ¡Ha sido Linkedin!
– ¡No
fastidies! ¡Vaya paradoja!
–No es una
paradoja, es una moraleja. – La voz estaba entusiasmada. – Era la becaria
perfecta y te la han birlado. Los de Linkedin son maquiavélicamente
buenos. No se hacen caso ni a sí mismos cuando
se trata de cazar talentos. ¡Esto es la guerra!
El tiempo
pasó y los hechos no les dieron ni les quitaron la razón a ninguna de las
partes.
La
responsable de selección modificó sus protocolos, ignoró Linkedin y fue
despedida por no dar ni una en el clavo.
El
responsable comercial olvidó todos los nombres, menos el de Ana.
La becaria
no superó el periodo de prueba en Linkedin. Se le manifestó una enfermedad
rara: Le daba fobia tener contactos virtuales porque solo le gustaban los de
verdad y acabó no teniendo ni de los unos ni de los otros.
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