El resplandor de la luna llena comenzaba a aliviar la ansiedad.
Tumbado en la cama boca arriba, giró la cabeza hacia la izquierda donde se
encontraba la ventana, y allí podía contemplar
el espectáculo lunar de esa noche
de Agosto. Aquella imagen calmaba la angustia, desesperación e impotencia que
desde hacía unos instantes estaba padeciendo.
Treinta minutos antes, aproximadamente, le habían atado la mano
izquierda a la barandilla de su cama. La persona que le cuidaba, había
considerado que dicha medida era imprescindible para evitar autolesiones y
agresiones a otros, ¿quienes?, no se sabe porque dormía solo en su
habitación. Roberto no podía comprender
esa absurda, dura, inhumana y horrible situación. No se le había explicado el
porqué de dicha actuación, él no había percibido el mínimo signo o detalle de respeto, que le ayudase a comprender lo que iba a
ocurrir. Entonces, ¿como podría aceptar aquello con normalidad, tolerando la
frustración que producía estar sujeto a
una cama toda la noche?
Mirando hacia la ventana, pensaba que cuando tuviese sed no podría levantarse a
beber agua, pensaba que si tenía ganas
de orinar no podría levantarse, así hasta que lo llamasen para levantarse.
Imaginando lo que podía ocurrir, sentía impotencia, tristeza, enfado,
agonía…..y entonces decidió cerrar los ojos y comenzar a soñar despierto
que caminaba hacia la luna.
Andaba como si fuese flotando, no veía suelo bajo sus pies, sentía
cosquillas suaves en la plantas y conforme se acercaba a la luz, esta acariciaba su rostro, sus manos,
su cuerpo. Una sensación muy agradable inundaba su ser, y así comenzó a
elevarse más, y a penetrar en esa esfera perfecta y brillante que le llamaba y
le hacía sonreír.
Se ofrecía comida muy sabrosa y atractiva, y un montón de niños
sonrientes jugaban alegremente. Roberto se embriagó instantáneamente de aquel
ambiente, incluso bailó curiosamente, una de sus canciones preferidas. ¡Todo
era tan emocionante!… De repente,
Roberto miró hacia un lado donde había mucha luz, y allí descubrió como
su madre le observaba con la sonrisa mas hermosa dibujada en su rostro que él
había visto jamás. Aquel instante anuló todas las malas sensaciones que
abandonó en aquella maldita cama.
¡Roberto, Roberto! ¿Roberto dónde estás?, replicaba una voz fría y
malsonante. Esa voz recordaba la
tirantez de su muñeca… y sin abrir los ojos pensó para si mismo: ¡Déjame, estoy
en la Luna !
me han gustado mucho los cuentos, he encontrado esta revista por casualidad y me encanta, soy de granada y vivo en granada también. Yo también escribo, me pregunto si podría mandarles alguno de mis relatos y poder publicar y colaborar en su revista. muchas gracias, mi nombre es merche y mi dirección de correo es merchem@hotmail.com un afectuoso saludo y enhorabuena a la ganadora y a los finalistas.
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