Musa y oficio
sostienen este
palo
para tocarlo,
debe el poeta
prenderse en
llama.
Poco importa
si copla,
fandango, taranta o seguiriya.
Si cuelga en
precipicio,
sacude el alma
un compás
de jaleo en los ojos.
Soleá que abre una
espita
y anega el
pecho.
Voz rota:
pura emerge la
palabra
y nace el
poema.
Son de palmas,
repique, quejío.
Entre cantes de ida y vuelta,
al poeta se le va la vida,
se nos va la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario