La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 22 de abril de 2025

Entrevista a Juan José Téllez, autor de "Los últimos pieles rojas".

 





Háblanos un poco de ti como escritor.

 He congeniado el periodismo con la literatura. Comencé publicando poemas y artículos hacia los 17 años y en ello sigo. Por el camino, he ido publicando también relatos y ensayos. Creo que la literatura es una actitud ante la vida y que, por lo tanto, me encuentro más cómodo a la hora de definirme como vividor, más que como escritor.


¿Qué podemos encontrar en este libro?

En Los últimos pieles rojas, recopilo una sucesión de poemas que he ido escribiendo a lo largo de quince años, en distintos momentos, pero que reflejan un estado de ánimo, tan personal como colectivo, creo. Se trata de un compedio de emociones en torno a este momento histórico, más allá de las distintas generaciones que conviven en él, en torno a esta encrucijada en la que creemos haber perdido la utopía, ya sea desde la ideología política o desde la fe religiosa o sentimental. Sin embargo, sueño con que no sea así.

 

¿Por qué elegiste ese título?

 Franz Kafka escribió “El deseo de ser piel roja”. Y ahí describe: “Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas, porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo”. Nada más que añadir.

 

¿Qué aporta la literatura al mundo?

 La literatura es una sobredosis de vida. Nos permite vivir otras existencias, vestirnos con diferentes personalidades, transitar épocas distintas, correr aventuras íntimas o colectivas. Es un plus, una droga adictiva y un antídoto contra la muerte o contra nuestras propias limitaciones.

 

¿Si tuvieras que elegir un título para este texto, cómo lo llamarías?

 Llegué sin reserva porque para eso soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba muy cansado y subí sin hacerles caso.

La decoración no era la misma de las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.

Un clavo de frío me despertó, y junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: «¿Por qué has sido tan imprudente? Ahora te quedas tú». Desde entonces sigo esperando que venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.

 

Se me antojan muchos, pero quizá el título más sutil fuere el de “La habitación vacante”.

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