Hay un juego que a los tiranos gusta:
la piñata.
En el cielo al azar
golpean cabezas de inocentes
con los ojos vendados.
Se divierten
con un reguero de masas encefálicas
al que ni siquiera se aproximan las moscas.
Otras veces, en sentido figurado
los bombardean.
Se sientan frente a ellos a contemplarlos
como un televisor de plasma.
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