En esta jaula ordinaria
de costumbre,
se abren y cierran las puertas.
Sube y baja gente,
algunos permanecen sentados,
otros de pie,
pero a nadie le importa nadie.
Todos son comunes pasajeros
con zapatos diferentes.
Sus rostros viajan con los ojos
vueltos del revés,
hacen de sus semblantes, la nada.
Y saber que allí dentro,
todos los zurcidos cosen secretos.
Cada pecho esconde sus velos como
puede,
seguro quedan atrapados
en el letargo de los latidos.
Me da miedo pensarlo,
me gusta lo ambiguo del bien,
pero me asquea lo nocivo del mal.
No quiero descubrir los entresijos de
nadie,
es como intentar comprender un poema,
sin sentir la Poesía.
No me hace falta,
bajo en la próxima estación.
Hasta mañana, si Dios quiere.
siempre pensé que cuando fueras libre de tus miedos y obsesiones escribirías poemas blancos como este.
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