La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 29 de noviembre de 2020

LEONARDO, por Josefina Martos Peregrín.

 



Recomendaba trazar dragones con fragmentos de animales vivos, así como un cuidado especial en el tratamiento del cuerpo de una ninfa o de un ángel, pues sus formas se marcarán a contra viento, revestidas por finísimas telas. Él mismo, vistiera túnica larga o corta, lucía en su persona la mayor belleza: proporciones perfectas, mirada profunda, rubio de oro; Gabriel, en su juventud, Platón en la madurez.

Observó que las hojas de las plantas, como el alma de los niños, siempre se vuelven hacia el firmamento, porque “nuestro cuerpo se somete al cielo y el cielo a la mente humana”.

Sabía de catástrofes y desgracias que quizá no sufrió nunca: el ímpetu de vientos que arrancan de cuajo los árboles viejos; las aguas que arrastran lechos, sillas, frutos y cadáveres; el terror de lobos, zorros y serpientes huyendo de la muerte; el fragor del trueno y el suicidio de quienes no soportan tanta angustia. Y la batalla lejana, mezcla de aire, humo y polvo, pero al acercarnos, armas rotas, lodazal poblado de muertos y un mar de sangre.

“El pintor es dueño de toda clase de personas y cosas”, decía; en él era cierto, su mente poseía el caos y la paz, pero decidió legarnos la paz. Inteligencia, ciencia, observación y estudio de cuantas criaturas, vivas o inertes, forman el mundo, representadas en contornos que se funden con el aire, en sonrisas sutiles, en sabiduría callada. Extraña pintura que une la suavidad del nácar a la dureza del cuarzo.

Científico que trabajó en todos los campos, pues no había campo ajeno a su curiosidad; tal vez hoy día nos asombra especialmente su faceta de  estudioso del vuelo y proyectista de máquinas voladoras, pero ninguna de sus máquinas ayuda tanto a volar como su actitud hacia los pájaros: cuando encontraba alguno enjaulado, pagaba el precio que le pedían, abría la jaula y le daba la libertad.

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