La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 29 de noviembre de 2020

JUANA DE CASTILLA, por Dori Hernández Montalbán.

 



Es noviembre, lo anuncia este cielo plomizo, el viento mueve en cresta las aguas del Duero…, 

Sola. ¿Sola?, no, sola no, a salvo, protegida por estos gruesos muros y frías estancias. Todos me utilizaron: padres, marido, hijos. Si Dios Nuestro Señor no hubiera permitido que mi hermano don Juan muriera, yo no me hubiera visto en la obligación de reinar. Pobre hermano mío. Hubiera sido otra la vida y otro el amor…, tal vez aquel apuesto paje de Juan, don Diego de Colón. Pobre hermano mío, él debió reinar y no morir. ¡Cuántas muertes para una sola vida!

De niña odiaba bordar en tela cruda, ahora no hago otra cosa. Mucho di que hacer a mis damas y dueñas por retenerme en este y en otros menesteres que no eran de mi agrado. Todo se hizo siempre en contra de mi voluntad…, no pudo mi vida con tanta vida. No pudo la muerte con tanto amor. No pude yo con tanto abandono.

Todavía me parece escuchar sus voces: “¡Castilla y Aragón por doña Juana!”.

Hubiera deseado para estos crudos inviernos en Tordesillas aquellos terciopelos y buenas tocas de mi juventud. No pudo ser; no quiso el cielo que yo fuera siempre objeto de tu sonrisa. Quedaste en Santa Clara con aquellos austeros cartujos desnutridos por tanto ayuno y abstinencia, ¡Y tanto frío!. Fue tan breve tu amor, Felipe, tan larga la comitiva de tu muerte por los caminos… harto daño me causaste. Tanto, que fue preciso detener el tiempo. Cerrar bien las puertas de esta torre por evitar que me despojaran también del suspiro “¡Castilla y Aragón por doña Juana! Aun me parece ver sus rostros… aun hoy no me acostumbro a estos mejunjes y adormideras que he de tomar para templar mis nervios. 

Es noviembre, seguro. Porque hasta aquí llegan las aves planeando sobre las torres. Aquí ha de descansar mi corazón clausurado, pues el espejo tan sólo me devuelve ya el reflejo de un anhelo. 


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