La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 14 de septiembre de 2019

DIARIO DEL JUDÍO ERRANTE, por Tomás Sánchez Rubio.




            Estaba lloviendo a cántaros. Como ahora; solo que aquel día, a pesar de quedar todavía horas para que se hiciera de noche, el cielo se oscureció de repente, se agolparon innumerables nubes oscuras y comenzaron a caer gotas que se convertían en sangre al mezclarse con la arena rojiza de nuestra tierra. Era como si el cielo llorase puñales de rabia y dolor por la muerte del hombre colgado de dos troncos cruzados, en lo alto de aquel monte pelado como cráneo de muerto.
            Por la mañana, ese mismo desgraciado había pasado por la puerta de mi humilde taller de zapatero. Cayó de rodillas a la altura de la puerta y apoyó la mano derecha en el umbral; mientras, con el brazo izquierdo sujetaba un desmesurado madero apoyado en su hombro. La gente, al paso del criminal, reaccionaba de madera diversa: unos sonreían con desprecio; otros lo insultaban y escupían; había quien contemplaba el espectáculo sobrecogido y con expresión horrorizada; alguna mujer incluso lloraba con sincera amargura... Me asomé a la puerta. Era un hombre joven y delgado. Levantó sus ojos hacia mí y me pidió agua. Yo, altivo e insensato como era, no solo se la negué, sino que le ordené, como si fuera uno más de sus torturadores, que siguiera su camino. Entonces él, mirándome con una mezcla de compasión y desaliento, sin pizca de resentimiento ni odio, pronunció aquellas palabras que resuenan aún hoy en mi mente como en el fondo de un pozo seco y desolado: “Serás tú quien no dejará de caminar hasta que yo vuelva de nuevo a estar entre vosotros...”
            Aquella noche, tras asistir al espectáculo, junto con los demás, de su agonía y muerte, salí de mi casa con un trozo de pan y un pellejo de agua, dejando atrás a mi familia y amigos, y no paré de andar... Una fuerza interior, inexplicable e inmisericorde me obligó a hacerlo...
            Desde entonces, llevo más de dos mil años recorriendo este mundo. Hay quienes todavía dudan de mi existencia; hay quienes han creído verme y han fabulado sobre mi persona; unos me han visto y me han reconocido, pero esos han querido olvidarme, permaneciendo callados tras maldecirme o sencillamente echarse a llorar con desconsuelo después de cruzarse conmigo.
            He dado literalmente la vuelta varias veces a este mundo terrible. He visto lo peor y lo mejor de sus habitantes. He contemplado guerras sin sentido, asaltos a castillos que parecían inexpugnables y a miserables aldeas cuyos moradores fueron exterminados en segundos; imperios rotos y familias desmembradas. Me han emocionado a veces, hasta dejarme sin lágrimas, actos de valentía y generosidad sin límites como el de esa niña que se enfrentaba a todo un ejército, aquella madre abandonada que hizo lo que hizo para salvar a sus hijos de la miseria... O bien aquel anciano que llevó a su mujer sobre los hombros sabiendo que su alma había abandonado el cuerpo hacía días...
            Ahora también llueve a cántaros.
            Soñé hace días que debía encaminar mis pasos hacia aquí, a esta playa que está más al sur que el mismo sur, a esta tierra próspera y pobre a la vez que para algunas personas, según he escuchado, es la primera estación de una nueva tierra prometida. Es de noche y la arena se ennegrece más si cabe por los pasos de mis pies desnudos. Me sentaré a esperar. Lo único que sé es que debo esperar aquí. Retornará más de dos mil años después. Simplemente sé que volverá y yo podré descansar. No veo a nadie, solo el mar y el cielo estrellado sobre mí. Me sé de memoria los astros que noche tras noche no han dejado de brillar de forma insolente.
            Ahora sí estoy viendo a lo lejos una barcaza acercarse a la orilla. Son hombres y mujeres de piel oscura. No pueden ahogar sus gritos. Los adivino harapientos y desesperanzados como yo... ¿Vendrá realmente él entre ellos? ¿Volverá en verdad, por fin, a nacer de nuevo quien acabará dando su vida por todos nosotros?


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