La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 15 de marzo de 2015

El vuelo y A duermevela (microrrelatos), por CUSTODIO TEJADA.

El vuelo

   


  El taxi dio demasiadas vueltas para llevarme al aeropuerto. Se entretuvo más de la cuenta por calles que no conocía. Llegué con la hora justa para tomar el vuelo. Incluso las azafatas tuvieron que ayudarme a colocar el equipaje de mano en los compartimentos superiores. Como un elefante en una cacharrería, fui chocando con los reposabrazos de los asientos y con algunas manos de los pasajeros hasta que, encontré mi sitio al fondo del aparato, el último asiento disponible. Me puse rápidamente el cinturón de seguridad y le pedí un vaso de agua a la primera azafata que se acercó a mí para preguntarme si estaba cómodo. Coloqué una pequeña almohada detrás de mi nuca y me quedé dormido. Entresueños,  oí una voz de mujer que me decía: ¡Señor, hoy no va a salir ningún avión! – e inmediatamente me desperté tumbado sobre unas incómodas sillas de plástico, en la sala de embarque de un aeropuerto alemán, donde esperaba el vuelo que había sido anulado hasta nueva orden, por culpa de las humaredas del volcán islandés Grimsvötn.



A duermevela




                                                          

            El tiempo, que transcurría en mi cerebro a cámara lenta, se había detenido en mis ojos como un animal disecado. Todos los relojes catalépticos marcaban la misma hora detenida en el mismo minuto. Inmóviles, las agujas infectadas de afonía, acentuaban la sensación de incertidumbre y desconcierto. No sabía qué hacer con aquel aburrimiento, cuando una voz metálica interrumpió el silencio sepulcral de la noche.
             – La muerte no es el final, querido amigo. Al contrario, es el comienzo de una trepidante aventura que te coloca de nuevo en el epicentro del Universo, justo en el corazón del Big Bang. No temas la muerte, no te aferres a esta vida efímera, no creas a pies juntillas las verdades que has aprendido tal y como te las han enseñado los mentirosos cinco sentidos que ahora tienes. La muerte es sólo un medio de transporte, el faro que orienta en la oscuridad de este agujero negro. Al otro lado te aguardan nuevas dimensiones, múltiples y refinadas capacidades que te permitirán alcanzar una sabiduría más exacta acerca de todo lo creado. Cuando cruces el puente que separa lo eterno de lo fugaz, descubrirás otras pasiones mucho más crónicas y adictivas que las que ahora sientes. El Cosmos entero se postrará a tus pies y te convertirá en parte de sí mismo para siempre, porque ya sabes que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma y te fagocita, como sucede con las ninfas.
             – ¿Quién eres? ¿Dónde estás? – dije tragando saliva con dificultad y frotándome las manos con nerviosismo.
            – Yo soy La Luz que ilumina cada mañana y La Sombra que oscurece cada tarde. Soy La Materia y también El Espíritu. Soy Todo y Nada al mismo tiempo. La Fe y La Duda, El Antes y El Después, La Voz y El Silencio. Soy la casa y quien la habita. Simultáneamente estoy aquí y allá, dentro de ti y también fuera. En todas partes puedes encontrarme y en ninguna. Puedes verme en el jardín y en el trastero, en el camino y en la posada. Estoy cuando quieres verme y cuando no. En cualquier lugar mi presencia y mi ausencia te sirven de cobijo por igual.  Yo estoy en ti y tú estás en mí. Yo Soy el que Soy. El Único, el más grande y verdadero.
             – ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué solo yo puedo oírte? ¿Qué hago metido aquí dentro de este rectángulo?  – grité mientras la desesperación se apoderó de mi.
Sobresaltado, preso de la taquicardia y con la adrenalina desbordándose por cada poro de mi piel, abrí los ojos de golpe y volví a sentir la respiración en mis pulmones. Sin más aviso que una brisa fresca que, atravesó la estancia, aquel resplandor desapareció de repente. La voz cesó y aquel bienestar incómodo, pero a la vez excitante, dio paso a una tranquilidad extrema, casi irreverente. Entretanto, en la sala número tres del tanatorio municipal, todos dormían; mientras el único que parecía estar despierto era yo, el difunto. ¿Quién ha dicho que la vida es sueño? El verdadero sueño es la muerte y su manto de estrellas que nos cubren con su frío sombraje. Los sueños son el cielo de las utopías y su atuendo; sin embargo, el infierno, podría compararse con el agónico devenir de las pesadillas y su ropaje de insomnio.



                                                            

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