La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 15 de junio de 2014

La despedida, por DORI HERNÁNDEZ MONTALBÁN





Uno de los hijos del telegrafista de Aracataca se despidió de todos con una rosa amarilla prendida del ojal. Y allí estará quién sabe dónde, tertuliando con el viejo coronel, en algún pueblo de pantanos y selva inaccesible, inmenso en aquella atmósfera de catástrofes y sucesos maravillosos. Navegando por las ciénagas del pasado.

         Tal vez quisiera ayudar a la cándida Eréndira con la engorrosa tarea de dar cuerda a los relojes de la enorme mansión de argamasa lunar extraviada en el desierto; en donde la abuela desalmada tiene enterrados a los Amadises. O puede que haya vuelto una vez más a Aracataca desde Barranquilla, en una destartalada lancha de motor por aquel caño excavado a brazo de esclavo durante la Colonia, para después volver a contemplar las plantaciones de banano. Quizá nos esté mirando a todos desde la otra vida y con un relámpago de pesadumbre en los ojos, esté pensando que la humanidad no tiene remedio; o nos esté diciendo que la lluvia es la lluvia desde cualquier parte del mundo, que lo mejor es esperar a que escampe o salir fuera y dejar que nos empape los huesos, pues en cualquier caso, los paraguas no son objetos de suerte. Habrá vuelto a la Bogotá de sus tiempos de estudiante en donde se podían leer letreros como aquel de: “Si no le temes a Dios, témele a la sífilis” ¿quién sabe? Tal vez entretenga ahora su tiempo en coleccionar los nombres dados por los indios guajiros a las cosas.

         Definitivamente nos deja sus palabras, las que utilizó para mostrarnos su mundo; un mundo en el que él, como inventor de fábulas, se siente con el derecho de creer que “todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra. “


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