Esta tierra es mi vida
y mi vida está clavada igual que una cruz al cementerio de este pueblo…
La siento como si fuera
un corazón palpitando a borbotones su sangre cristalina desde alguna de sus
fuentes; que sus acequias son sus venas y las mías, que su cielo es mi cielo y
sus veredas los caminos por los que nunca me pierdo. Siento, que desde que mis
pies empezaron a andar lo hacen sobre ella y su piel; siento que me escucha,
que me habla, que me quiere y yo la quiero sin condiciones; que somos complementarios a la vez
que uno mismo.
La tierra… ¿Qué es la
tierra?
Alguien me dijo una vez
que la tierra es el espacio donde se plantan las almas… Yo entonces no lo
entendía. También me dijo que todas las tierras parecen iguales, pero que todas son diferentes.
Comenzaré por decir que
la mía es una tierra seca, fuerte, con acequias que son las venas por donde el
agua transmite la vida a su paso y que a su vez
vienen de unos sitios donde laten muchos corazones enterrados: sus
fuentes. A veces es tan gris, tan clara, que se confunde con las nubes del
cielo; a veces es tan roja que parece que sangre… ¡Y fuerte!
Tiene que serlo.
Ha sufrido tanto y de
tantos, que respira con dificultad; ha parido tanto y a tantos, que parece una
madre derrotada. Pero no. No está derrotada. Aún le queda mucho aliento. Nunca
se rinde.
¡Cómo cualquier madre!
Lo primero que entra
por tus narices al nacer es el polvo de la tierra que te envía al mundo, la
misma que —mejor más tarde que temprano— te acogerá como lo hace con las
raíces, que cuando no la tienes en tus pulmones parece que les cueste respirar.
La mía llora de alegría cuando la riegan las lluvias, brilla a los reflejos de
las hojas de plata de los olivos, juega con los remolinos de las brisas, hierve
en los veranos y se congela al frío de los inviernos...
A veces parece latir
como un corazón viejo. Aunque no quieras la tienes que querer. Es como una
mujer… ¡Es bella...! ¡Es dura...! ¡Tiene mucho carácter!
Seguramente quien lea
esto se preguntará a qué cuento viene la relación entre Pedro Antonio de
Alarcón y García Márquez: nada… Pero sí para mí.
Estas parrafadas de mi
libro “Al lado de tierra santa” las escribí hace ya bastantes años en Cartagena
de Indias, la ciudad donde “Gabo” volvió algunas veces a su país y que, al leer
algo suyo y sin saber por qué, me trajeron algunos pensamientos del Altiplano
de Granada. Luego alguien dijo que no, que era del estilo de Delibes o Azorín,
pero yo creo que fue él quien me hizo describir a mi tierra en mi cerebro y en
aquél momento… Salvando las diferencias, claro.
Y a “Gabo” se las
dedico.
Recuerdo que había
vuelto hacía poco de mi pueblo de Granada (Zújar ), que era pleno invierno y que
creo que sería por entre el 2000 - 2005.
También que por aquel entonces estaba en el siempre verano de Cartagena de
Indias, que acababa en mi visita y que volvía por enésima vez a España con mis
pensamientos tristes (como siempre que así sucedía), cuando después de haber
visitado la casa donde “Gabo”, ese
hombre al que muchos de sus paisanos esperaban horas para vez verlo por allí en
esos días lo llamaban desde la calle para que apareciera.
Yo acababa de visitar
Santa Marta y ya estaba desde hacía años enamorado del departamento del
Magdalena y de su río y canal del mismo nombre, pensando entonces, junto a unos amigos, poder patear más adelante
esos lugares del Magdalena y de su Sierra Nevada que lleva el mismo nombre que
la mía, como también lo que era hace cientos de años la Nueva Granada y que
tanta referencia nos une, cuando me llegó la hora de volver.
Eran tiempos de guerra
en Colombia y aquella idea tendría que esperar.
Reconozco que a mi ese
nombre (Gabo) no me decía nada, que supe de quien se trataba cuando alguien
dijo el nombre de pila del que yo sabía que había escrito un par de obras
magníficas: “Cien años de soledad” y “El amor en tiempos de cólera”, entre
mucho más, y también supe que era periodista y que había trabajado en “El
Espectador”, un periódico de hojas tan enormes que costaba leerlo si no era
sobre una mesa.
Luego llegué a Bogotá
para transbordar al avión que nos llevaría hasta Madrid y pensé en comprar
revistas y entretenimiento para el viaje, cuando una persona me dijo: <<Compra
ese libro de “Gabo”, que es nuevo…>>
<<¿Te gusta Gabo…?
No sé si era por el
título, o sí por otras cosas, que compré mis revistas y el librito de marras: “Historias
de mis putas tristes”, que era tan corto como mis días pasados en Cartagena y
que lo traía conmigo a España.
Ya en el avión, ojee el
librito y pensé que, como era tan corto y aparentemente malo, lo acabaría
pronto, y así fue. Pero aunque el libro me pareció malo y un poco zafio en
principio, como escrito por lo que era: un viejo que añoraba sus días de
juventud, bastante machista, que defendía al dictador Fidel del que también
sabía en primera persona por mis viajes a la Perla del Caribe. En definitiva:
que era un viejo chocho y trasnochado.
Al leerlo pensé también
que Gabriel García Márquez escribía muy bien, pero que contaba poco… Hoy opino
lo mismo del libro, pero no del autor, porque la expresión y el vocabulario eran
y es exquisito; pienso que tal vez me recuerda los años de mi niñez en que
llamábamos a las cosas con ese leguaje que todavía se oye en Colombia.
Releí después el libro
hoja por hoja, parrafada por parrafada, y al poco pensé en cómo me gustaría a
mí escribir así, pero con una buena historia de por medio.
Luego leí a otro gran
desconocido por mí y por más señas paisano: Pedro Antonio de Alarcón, y supongo
que ambos me incitaron después a escribir mis modestas historias.
Leí de ellos que
escribieron en su día cuentos o historias cortas, y yo empecé a hacer lo mismo,
luego novelas, y también lo hice, pero cuando leía poesía de Pedro Antonio de
Alarcón comprendí que eso no podría hacerlo, y seguí con mis cuentos y novelas.
Por el año 2011 publiqué en Colombia un cuento dedicado a Cartagena de Indias
(“Una mujer llamada Muerte”), que es una “adaptación” de otro cuento de Alarcón,
al cual se lo dediqué y que pienso es una fantasía de la “muerte”, del paisaje
y del embrujo de esa ciudad.
Las narraciones de
García Márquez, con ese lenguaje criollo tan auténtico del español que ya no se habla aquí, y del
que no entendemos algunas palabras y
expresiones, son un lujo para la literatura universal, pero sobre todo para
recuperarlo, ya que los modismos y el simplismo están quitando de nuestras
lecturas palabras preciosas y ajustadas al castellano que sirven para expresar
todo en su justa proporción. Un lujo en la escritura y pos su supuesto en la
narración y lectura.
Tengo que decir que he
visto un par de veces a este narrador universal en mi vida: una en Cartagena de
Indias y otra de refilón en la Habana y que, aunque no comparto su
mentalidad política, es y será una
referencia para quien quiera aprender a narrar historias.
De “Gabo” intento
empezar mis libros con un arranque que atraiga (aunque no creo conseguirlo) y
de Alarcón intento seguir las tramas… De los dos aprender.
Cuando mi novela “Al
lado de tierra santa” quedó finalista en el premio Azorin de 2012, una persona
me dijo en referencia al manuscrito que le pareció el comienzo de Márquez, el
estilo de Delibes y la historia de Muñoz Molina; no cabe duda que me dijo el
mejor piropo que podrán decirme nunca y que (aunque sea mentira) yo le
agradeceré toda mi vida, pero lo que no sabía es que fue García Márquez sin
pretenderlo quien me animó a escribir, aunque no cabe duda que la comparación
me gustó por lo que significan esos personajes para la literatura.
Ahora, casi cada día,
leo algún fragmente de alguno de ellos para aprender, pero no me cabe duda de que
será un imposible poner las palabras en sus justos términos; sin que sobre o
falte un matiz, una imagen reflejada en las palabras o en su riqueza de
expresiones, y que desde hace muchos años admiro en el “vocabulario” colombiano
lo que tantas veces he podido escuchar con mis propias orejas en mis constantes
vistas a ese país, que tanto nos admira a la vez.
Decir que me une a
Márquez la admiración y cariño que siento por Cartagena de Indias, “mi otro
pueblo”, una ciudad que pienso es la más bonita de las coloniales americanas y
que mantiene ese halo de libro de aventuras donde, piratas, corsarios, hombres
con la pata de palo y parches en un ojo, junto a lugares de fantasía y mujeres
preciosas se reúnen para hacernos soñar con otros tiempos.
Murió “Gabo” y nació
una figura universal de la narrativa difícil de superar.
(Esta nota pretendo escribirla en forma
de artículo periodístico del que no sé nada, pero que lo intento, por ser una
forma en la que Gabriel García Márquez se defendía como un genio)
Esta mañana, un tanto simple en mi devenir de horas, me encontraba dando un repaso a los escritos del día en Facebok cuando he tropezado con este artículo tuyo y me he enfrascado en su lectura, después de releerlo un par de veces he sentido la necesidad de escribir estas breves palabras para agradecer tu bien hacer comunicativo y esa facilidad que tienes para expresar las cosas, esa sencilla forma de retratar la vida ensalzar los personajes y engrandecer tu tierra, que es la mía, esa destreza innata de llevarnos al pasado y el don humilde de los grandes con alma. Te felicito amigo Antonio Medina y me felicito a la vez por haberte conocido.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Esperanza. A veces escribir es fácil cuando nada más se trata de poner en unas hojas tus vivencias. Será que la tierra siempre sale de la pluma, unos para relatar cosas y otras para cantar poesía, como haces tan precioso tú. Un abrazo paisana.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato, Antonio por el desarrollo, tu conocimiento de Cartagena de Indias y de Gabo, y que te hayas acordado del inolvidable Alarcón, que fue incomprendido en Guadix. La primera página de 'Cien años de soledad' casi me la aprendí de memoria, es preciosa. Estoy de acuerdo contigo en que su amistad con el dictador Fidel le perjudicó mucho, mientras que sus últimas novelas no eran de la calidad de las primeras. Pedro Antonio de Alarcón para mí es como un padre y un modelo a imitar, pero ahí está casi olvidado e incomprensiblemente no valorada su prosa. Las relaciones de ambos escritores con su tierra fueron dificíles, pero bueno, ahí tenemos a dos maestros
ResponderEliminarTotalme de acuerdo contigo Leandro, aunque la "suerte" en este caso fue para Márquez, porque Alarcón creo que lo supera en algunas cosas (sobre todo en poesía), aunque los dos fueron genios. Por desgracia nuestro paisano no ha sido reconocido en su totalidad, pero creo que es cuestión de tiempo, pues los genios son en la mayoría de los casos reconocidos tarde...
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