La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 15 de junio de 2014

Gabo y aquel verano del 85, por PEDRO CASAMAYOR RIVAS




“Fernanda creyó que su temeridad era diligencia, y que su codicia era abnegación y que su tozudez era perseverancia, y le remordieron
las entrañas por la virulencia con que había despotricado contra su desidia”
                            “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez”


Como pensó mi primo Ignacio, aquel verano del 85, ideamos una fantasía consistente en que si leíamos “El amor en los tiempos del cólera” de García Márquez, nuestro mundo intelectual y amoroso cambiaría de rumbo y de desastres. Nos pusimos manos a la obra y para empezar decidimos aprendernos de memoria la frase con la que se inicia este mi escrito, de manera que las chicas, cuando nos oyeran representarla, nos abrirían los secretos de su escote.  
No recuerdo bien si hubo éxito erótico-festivo detrás de alguna tapia solitaria pero sí que nuestra visión de las palabras y de los fluidos del amor cambió por completo. Nuestro pequeño paraíso accitano empezó a quedarse pequeño, a oler a flores del Caribe y a descansar en hamacas a la sombra.
Para no olvidar, todo quedó bien apuntado en aquella libreta en donde no paraba de acumular recursos literarios de una belleza y magia enormes  aunque todavía irreconocibles, para un adolescente demasiado inmerso en aguas tranquilas.
Cientos de palabras en volandas, entre olores de infidelidad y compresas de árnica que luego utilizaría. Las palabras para dar identidad a mis rituales de cortejo y las compresas para curar mi primer siniestro en manos del amor.
Vimos por primera vez como se puede estar enamorado de varias personas a la vez y “no estar loco” como dice la canción, pastoreando dolores para todas las amantes y así no traicionarlas. Encontramos otro significado del olor de las almendras amargas y aunque jóvenes e inexpertos en amores contrariados ya siempre recordaríamos, que el desamor es como un blues que grita de madrugada y del que nunca te puedes desprender aunque sepas de su eterno lamento.

A partir de entonces el médico de casa se llamó Juvenal Urbino, los loros se convirtieron en temidas mascotas en libertad, Fermina Daza en la musa de la rabia para que no se le notase el miedo y Florentino Ariza en el eterno creyente sin compromiso de un amor como principio y como fin.

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