Háblame
de los libros que lees,
del
olor de tu biblioteca
cuando
vuelves mojada por la lluvia,
permíteme
entrar en tus ojos
cuando
se convierten en río de Ofelia,
cuando
los velos de la noche
ocultan
los ojos del agua
y
nacen las flores de la
Alhambra.
Me
convertiré entonces en la dedicatoria
grabada
sobre el lomo de tu recuerdo,
en
la biografía oculta de tus días encantados,
en
el marca páginas que te lleve
hacia
esa hoja donde una lisonja
vencerá
a la muerte.
Déjame
leer y ser libro contigo
para
esquivar cien días de soledad,
llevando
nuestro descanso a
el
zaguán de la casa encendida de Rosales,
a
los pasos fecundados que tatuarán
el
vientre de Yerma.
Ya
nunca estaremos solos, la vida
escribirá
su prólogo entre nuestras páginas,
sobre
nuestro cuerpo literario,
para
ser a diario y sin agravios
esa
buena excusa que irá dibujando nuestra portada.
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