Querido
Gerardo, háblanos un poco de ti.
Soy
profesor de literatura inglesa en la Universidad de Granada. En 2017 me decidí
a dar el paso de publicar mi creación literaria y fue con la colección de
relatos Hijas de un sueño (Esdrújula). La muerte de mi abuela me provocó
una tremenda sensación de orfandad. Sentí que la generación que ella
representaba, que había vivido los horrores de la Guerra Civil y sus efectos,
nos dejaba. Esta colección de relatos recrea el pueblo imaginario de Candiles y
combina el lirismo de una prosa sencilla y poética con la recuperación de las
hablas rurales y la memoria oral de las mujeres de pueblo. Pensé que mi
incursión literaria empezaría y acabaría ahí, pero una vez abierta la puerta de
la escritura no pude cerrarla. Como me decían que los relatos de Hijas de un
sueño eran muy teatrales, adapté el que da título al libro y escribí un
texto teatral titulado Vulanicos, que publicaron el Patronato García
Lorca y la Diputación Provincial de Granada inaugurando la colección ‘Teatro
bajo la arena’ en 2021. El director de escena jienense Tete Cobo llevó estos
personajes a las tablas en una exitosa adaptación, que recorrerá en breve
algunos pueblos de Granada. El lirismo siempre ha marcado mi escritura porque
siento que es en la poesía donde más puedo aportar a la literatura y, así, en
2020 vio la luz mi primer poemario, Anacronía (Valparaíso), donde
exploro la pérdida de un hermano a través de un viaje a las Antípodas que se
convierte en un viaje hacia la reparación. Y ahora acaba de ver la luz mi
segundo poemario, casi cuatro años después, también con Valparaíso: Los
hilos de la infamia.
¿Qué
podemos encontrar en las páginas de Los
hilos de la infamia?
Es un libro muy distinto al anterior, Anacronía, donde buscaba una elegía sencilla y de lenguaje
directo para combatir la pérdida de un ser querido. En Los hilos de la infamia, como dice Ángeles Mora en su magnífica
contracubierta del libro, me enfrento a ‘la ruina material y moral de nuestro
tiempo’ y lo hago a través de un juego intertextual donde dialogo con la
tradición literaria universal, también con sus silencios y ausencias. Puesto
que el motivo del tejido marca mi obra (mis padres eran tejedores), las escenas
de los tapices de Aracne y Atenea me sirven como punto de partida para dialogar
con la denuncia de la irreverente Aracne y traérmela a nuestro mundo
fragmentado. Como dice Ángeles Mora, intento buscar sentido al espanto que nos
angustia en este mundo que parece irse al traste. El resultado es una tela de
araña que abraza y libera en lugar de una que atrapa. El público lector tiene
un papel activo y debe tejer estos hilos si se atreve a adentrarse en sus
páginas.
¿En
qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
Yo
creo que precisamente en el juego. Hay un juego pos-posmoderno que subyace a
esta propuesta, tanto en el diálogo continuo con voces de la literatura
universal (clásicas y contemporáneas) como con el juego métrico de los
distintos poemas. Aunque se puede percibir una voz unitaria que va tejiendo
estos retales en un mundo fragmentado, donde aparentemente no hay sitio para
una nueva creatividad, la araña que va tejiendo esta tela nos propone este
juego polifónico para aprender a habitar la ruina en la que vivimos.
¿Cómo
describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta
última?
Para
mí cada proyecto literario es una indagación con entidad propia. A primera
vista, y a juzgar por mi explicación en la primera pregunta, puede parecer que
mis apuestas creativas son muy distintas entre sí. ¿Qué tiene que ver la
ruralidad de Hijas de un sueño y Vulanicos con la lírica y
sencilla elegía de Anacronía y con el barroquismo y laberíntico tejido
de Los hilos de la infamia? Creo que en todos ellos subyace, espero, una
voz lírica que, aunque ecléctica, tiene ciertos rasgos distintivos en esa
polifonía que la recorre. Por otro lado, hay una apuesta contundente por
rescatar la memoria, tanto personal como colectiva, dialogar con nuestros
procesos identitarios y con la herrumbre del mundo en que vivimos. Para mí,
como gritaban las feministas de segunda ola, lo personal es político. Y esa
premisa marca toda mi escritura.
¿Cuál fue
el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
El
último libro que he leído, y he disfrutado muchísimo, es Perder el tiempo
del poeta Guillermo Marco Remón. Parte del lugar común del tempus fugit para
reflexionar sobre la necesidad de salir de la lógica capitalista del tiempo en
la que estamos inmersas e inmersos, precisamente para abrazar nuestra finitud y
disfrutar de ese tiempo que se nos ha regalado. Y lo hace con una madurez y una
honesta sencillez que sobrecogen. Hacía tiempo que había leído algún poema
suelto en redes y tenía ganas de encontrar el momento para leerlo pausadamente.
Y ahora qué,
¿algún nuevo proyecto?
Siempre
hay nuevos proyectos. Por lo pronto, un poemario, bastante avanzado, donde
quiero profundizar en un tema que ha ido apareciendo desde el principio de mi
incursión literaria: las identidades queer—Hijas de un sueño (relatos
como ‘Babel’ y ‘A la vuelta de los sueños), Anacronía (poemas como
‘Hongi’) o la última sección de Los hilos de la infamia. A ver cómo y
cuándo se materializa. Pero, por ahora, enredémonos en estos hilos.
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