La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

jueves, 18 de abril de 2024

Entrevista a Carlos Olalla, autor de Mariposas en la niebla.

 


Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721


Querido Carlos, háblanos un poco de ti.

Me definiría como un soñador sin remedio enamorado de la vida que siente la necesidad de compartir todo aquello que va encontrando en su camino, lo bueno y malo, porque en el mundo que nos ha tocado vivir por desgracia abunda más lo segundo que lo primero. No concibo permanecer impasible ante el genocidio del pueblo palestino, como tampoco frente al negacionismo del cambio climático, la desigualdad económica, la peligrosa y constante amenaza a la democracia que vemos en ese resurgir del fascismo o ese patriarcado que tanto se resiste a dejar que vivamos en paz. Son muchas las causas por las que luchar hoy y mantener un rayo de esperanza sin duda es complicado, muy complicado, pero necesario.


¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mariposas en la niebla?

Mariposas en la niebla es una novela que escribí durante el confinamiento cuando me documentaba para escribir un monólogo teatral sobre las poetas del exilio, doblemente castigadas al olvido, por su condición de exiliadas y, sobre todo, de mujeres. Aquella búsqueda me permitió conocer entidades como la Asociación Asturiana de Niños de Rusia, que me ofreció un material impresionante que han recogido durante años a base de testimonios de muchos de esos niños y también de sus descendientes. La epopeya de aquellos niños a los que sus padres enviaron a Rusia para ponerlos a salvo de la guerra de España tras el bombardeo de Guernica es una de las historias más impactantes y desconocidas de nuestra Historia reciente. Y, por desgracia, hoy está más actual que nunca: en apenas ochenta años hemos pasado de enviar a Ucrania a nuestros hijos para ponerlos a salvo de las bombas a que tengan que ser ellos ahora quienes nos mandan a los suyos. 

Las vidas de esos niños y niñas podrían dar para una serie de tv formidable y necesaria. Solos, en tierra extraña, tuvieron que vivir otra guerra, la Segunda Guerra Mundial. Lo que iban a ser solo unas semanas o meses alejados de sus familias y de su mundo acabó siendo una experiencia de casi veinte años. Algunos regresaron, otros se quedaron a vivir en la Unión Soviética porque habían rehecho allí sus vidas y otros partieron al exilio porque se negaron a volver a una España que nada tenía que ver con la que dejaron cuando se fueron.

Al final lo que iba a ser un monólogo teatral acabó convirtiéndose en esta novela que me ha dado uno de los regalos más bonitos que me ha hecho la vida: permitirme conocer a Carmen Castellote, una de aquellas niñas de Rusia que vive en México, la última poeta viva del exilio republicano, y a la que me une una profunda admiración y amistad. Es una poeta excepcional, amiga de León Felipe, Juan Rejano y los demás poetas de nuestro exilio y, gracias a haberla encontrado, se ha publicado su obra completa en España de la mano de la editorial Torremozas. Uno de sus poemas, “La guerra y yo”, posiblemente uno de los más bellos poemas antibelicistas que se han escrito jamás, empieza con este verso: “Caminos, kilómetros de tiempo…” Cuando le pregunté a Carmen qué significaba eso de kilómetros de tiempo me respondió “Para los exiliados la distancia nunca se ha medido en metros, sino en años, porque sabemos que jamás podremos volver”


¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Se trata de una novela que no pretende ser un estudio histórico, aunque la mayoría de las cosas que cuenta sucedieron en la realidad, sino una evocación de lo que aquellos niños y niñas pudieron sentir. Esta novela habla de la memoria entendida no como recuerdo sino como aquello que ha formado y forma nuestra identidad, porque la memoria no es pasado sino presente y, sobre todo, futuro.


¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Por circunstancias de la vida trabajé durante veinticinco años en el mundo de la empresa donde fui director regional de un banco británico y más tarde de una de las constructoras más grandes de este país. Fueron los peores años de mi vida porque allí aprendí que en ese mundo los valores se supeditan a los resultados económicos y las personas a los beneficios. Escribir fue mi válvula de escape. Necesitaba encontrar la belleza que no tenía en mi vida. Quizá por eso en mi primera novela (La sabiduría del silencio) no había ni un solo personaje “malo”, porque ya los tenía, y de sobras, a mi alrededor. Ponerme frente al papel en blanco fue descubrir un nuevo mundo, un mundo que, como un espejo, sacaba cosas de mí que nunca había visto antes. A aquel libro le siguieron otras novelas y poemarios que me han llevado a ser como soy. Necesito compartir lo que veo, lo que vivo, especialmente aquello donde encuentro belleza, y nada mejor que un papel en blanco para hacerlo.  


¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Soy lector por vocación. Leo mucho. Leer es dialogar con quien escribió ese libro, hacerle un hueco en nuestro corazón, escucharle, dejarle compartir nuestra soledad y que nos coja de la mano para guiarnos por su mundo. Esta mañana he acabado de leer “Entre hienas”, de Loreto Urraca, nieta de un policía franquista que en los años cuarenta colaboró con los nazis en Francia para deportar a los exiliados españoles. Él fue quien entregó a Lluís Companys a la policía española para que lo fusilaran. Loreto es su nieta y en su espléndida novela denuncia los crímenes que cometió su abuelo y nos hace una pregunta muy clara y directa: “¿Son los hijos y los descendientes de los genocidas y los torturadores víctimas?, ¿Qué hacer cuando descubres que un familiar tuyo es un torturador?, ¿Callar y mirar a otro lado o dar un paso al frente defendiendo todo aquello en lo que crees? En la próxima edición de FESCIMED, Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática, organizaremos un coloquio en el que intervendrá Loreto como representante en España de la asociación “Historias desobedientes”, formada por descendientes de torturadores de diferentes países.

Esta tarde he releído a Shakespeare y su Rey Lear porque la semana que viene tengo una improvisación en un teatro de Madrid en el que Cordelia, su hija, cuestiona su autoridad. Es una improvisación en toda regla a la que me enfrento sin saber absolutamente nada de lo que puede ocurrir en el escenario de la mano de Andrea Jiménez, que da vida a esa Cordelia y dirige una improvisación que hará cada día durante dos semanas con un actor diferente que llegará totalmente a ciegas al teatro.  

Durante estos meses tengo varias presentaciones de la novela y charlas en sitios tan dispares y atractivos como Ibiza, Puente Genil, Huelva, Murcia, Avilés… y, por supuesto, no me perderé los conciertos de Bruce Springsteen en Madrid y Barcelona y acudiré a mi cita anual en Peralejos de las Truchas en esa maravilla que es el ”Greetings from Peralejos”, un fin de semana tributo a Bruce con bandas y fans llegados de todas partes. 


Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Llevo un tiempo embarcado en una nueva novela. Se trata de una historia de amor imposible que conocí a través de una amiga, una de esas historias que te llegan a lo más hondo. Y en mi vertiente como actor estoy acabando el rodaje de “La deuda”, la última película dirigida y protagonizada por Dani Guzmán. En mayo estrenaremos la comedia “El submarino”, con Luís Mottola y Arantxa de Miguens, sobre la incomunicación de la pareja y que ha supuesto mi “pérdida de la virginidad” en la dirección teatral. Y ya para junio pondremos en escena una obra de creación colectiva sobre “La Retirada” que estamos haciendo desde el taller de teatro y memoria con los chavales y chavalas del colegio Lourdes Fuhem que tienen memoria democrática como actividad extraescolar. No soy persona a la que le guste planificar, pero son tantas las causas que defender y tantos los intensos momentos que vivir, que ellos solos llenan mi agenda. Y eso que una de mis canciones favoritas dice algo así como “No tengo planes más allá de esta cena…”  


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