La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 30 de octubre de 2022

VERGÜENZA PLANETARIA, por Mauricio Jaramillo Londoño.

 

900 invitados a una ceremonia dizque privada; príncipes, reyes, primeros ministros, presidentes, cancilleres, primeras damas que son realmente segundas o terceras amantes, miles, millares, millones de británicos y teleaudientes del planeta entero, asistiendo en persona, desfilando o siguiendo los rituales que durante días de días se sucedieron para enterrar a una persona cuyo cuerpo se corromperá como todos los cuerpos, como los de las vacas, los murciélagos y los insectos.

 Se paran frente al féretro envuelto en una bandera y le hacen reverencia como si estuviese viva la mujer; hacen colas de horas y horas para inclinarse ante el sarcófago.

 Súbditos planetarios, siervos del poder de las monarquías, vasallos de los ricachones, criados del oropel, feudatarios de quienes representan desde hace milenios a los opresores y despojadores de la vida, honra, dinero de los ciudadanos de la Tierra.

 Con razón soportan centurias de pobreza, siglos de aplastamiento, milenios de injusticia.

 Me da vergüenza, me siento desconsolado, triste y solitario ante la genuflexión de mis congéneres que olvidan —manejados por los medios que se frotan las manos ante audiencias inmensas para vender los anuncios de sus contratantes—, cuántas desgracias, maldiciones y muertes representan las monarquías.

 Olvidan mis semejantes que no debe haber señorío sobre este astro llamado Tierra, distinto al del hombre con el hombre y no el del hombre sobre el hombre.

 Dejan de lado los dolores infinitos que costó independizarnos de la Corona española, la inglesa, la belga, la francesa, la japonesa.

 Entierran las duras batallas de Europa entera contra los emperadores que se creían hijos de Dios y dueños de los hombres.

 Ya entiendo por qué tres mil millones de miserables que reptan sobre esta costra terrestre aceptan, estos y el resto de reptiles humanos, que haya un reino poseedor de tres mil millones de dólares dedicados a fiestas, castillos, ceremonias, viajes, pajes, mayordomías, camarlengos, coperos, cortesanos, confesores, ayos, caballerizos, en fin, toda clase de personajes dedicados a ‘Servir a Su Majestad’.

 Con esta condición ‘SERVIL’, que bien podría traducirse como ‘SER VIL’, no me extraña, entonces, que estemos condenados de antemano no a ‘Cien años de soledad’ sino a ‘Mil años de miseria’.

 Abajo la Monarquía, viva la República.

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