A Almudena, grande como su corazón.
Almusilla era una pequeña semilla
que apareció en un hermoso y perfumado jardín. Nada más llegar, todas las
plantas, flores y fuentes corrieron presurosas a recibirla. El jardinero fue el
primero quien, con mucho cuidado y esmero, en la dulce tierra del jardín la
dejó. Pero ocurrió que muy pronto de sus cuidados se olvidó, o tal vez dónde la
había dejado no recordó.
Desde el día que Almusilla llegó,
el jardín al momento se “encantó”: los aromas se hicieron más dulces y
penetrantes, las fuentes más cantarinas y el viento sin parar silbó y bailó
hasta que el sol se ocultó.
En medio del encantamiento,
Almusilla, muy sonriente y juguetona, al momento brotó, aunque el jardinero de
ella se olvidó. Las plantas a su
alrededor miraban y se asombraban:
“¡Mirad, una planta brotando
sola!
¿Será silvestre o traerá carmín?,
¡Tal vez no traiga frutos y nos
manche el jardín!”
Almusilla, ya desperezada y
asomada a la ventana del hermoso y perfumado jardín, solo sonreía y curioseaba
a un lado y otro con sus grandes, negros y lindos ojos. El jardinero se olvidó,
tal vez no recordó y por eso se marchó, pero...
Almusilla brotó y brotó.
Primero, un tallo apareció,
después, una hoja salió
y con forma de corazón
sorprendió.
De pronto su aroma esparció,
¡Ya tiene perfume y no tiene
flor!
cuchicheaban las plantas a su
alrededor.
Y hermosa, Almusilla creció y
creció
y vino el viento, pero no la
dobló.
¿Qué misterioso secreto tendrá?
-decían todos a su alrededor.
- ¿Tienes perfume y no te adornas con flor?, ¿por qué no
te doblas con el viento? –preguntaban las demás.
Y Almusilla, convertida ya en una
verde y joven planta, sonreía mientras les decía:
Me sostengo como vosotras y me
agarro fuerte con mis raíces a la tierra del jardín. Él me protege del viento y
me arropa cuando tengo frío. Me susurra canciones con sus pájaros y me adormece
al anochecer con el rumor de los surtidores.
¡Pero no eres como nosotras! -decían las plantas
arremolinadas unas detrás de otras.
¡Claro que no! Ninguna somos igual. Yo estoy contenta
así, si no, ¿cómo sabría entonces quien soy yo?
Pero las otras plantas no la
entendían:
¡Eres aún muy joven!, -era lo que siempre le decían.
Yo soy así -contestaba ella, porque nunca se callaba-,
he germinado, brotado y pronto fruto daré.
Y así, muy pronto, un hermoso
tronco lució y más arriba, sus grandes brazos extendió y aún más arriba, su
linda copa mostró. Y aún más arriba, ¿hasta dónde subiría?... Después llegaron
pájaros y ardillas y hormigas haciendo cosquillas. ¡Cuánta vida en ella se
juntó! De lejos era el árbol que más se veía, de cerca el que más sombra te
daba. Al amanecer y al anochecer el que siempre el sol iluminaba.
Pasaron los años y una calurosa
tarde de verano, Almusilla a un anciano a lo lejos divisó que,
con paso apresurado porque el calor apretaba, hasta su sombra llegó, casi
perdido como su razón. Dando gracias, a su tronco se abrazó y poco a poco hasta
el suelo se deslizó. Allí, sentado a sus pies, sobre sus grandes raíces el
anciano recordaba:
Antes yo era jardinero
y en este sitio, con mucho
esmero,
una pequeña semilla dejé.
El viento entre las ramas susurró
y al momento el anciano se
durmió.
Con sus ramas Almusilla lo arropó
y dulcemente hasta su nueva
morada
el anciano viajó.”
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