Era sólo un punto en la lejanía..., caminaba decidida a completar la ruta, y
aunque el recorrido estaba marcado, había tramos en los que perdía un poco la
orientación, era tal el silencio que ni los pájaros, ni la brisa del aire pareciesen existir en aquel
paraje, simplemente la contemplación me estimulaba a seguir, aún a sabiendas de
estar entrando en terreno infranqueable y donde la maleza se sentía cómoda.
Llevada por un ímpetu hasta entonces
desconocido para mi, continué ensimismada por las pequeñas cosas que encontraba
a los lados del camino, la similitud herbácea me llevaba hacia otras tierras,
con la diferencia de la exuberancia de estas en particular, como si aquí, se
hubiese acumulado su verdadera salvia y emanase de manera que ninguna se
quedase sin su porcentaje nutricional. Lo abrupto del pedregal me animaba, pues
siempre he sentido cierta sensibilidad por las piedras, hay algo en ellas que
me desmonta, a veces siento la necesidad imperante de saber que al tocarlas
pueda percibir todas las existencias, su devenir desde el inicio hasta el lugar
que ocupan ahora mismo, es en este sendero, donde agudizo esa percepción, como
si fueran seres animados, las miro, las acerco, las acojo en mis manos y las
vuelvo a dejar en su morada, pero no todas,
a veces es inquietante no entender, sigo caminando acompasando la
respiración y el movimiento ligero de los brazos, el sol irrumpe con su fuerza
se siglos, mi cuerpo comienza a buscar con mayor necesidad las sombras, sigo y
descubro un matorral que parece por fin el camino, me intriga, es demasiado fácil,
hago intención de apartar las primeras capas de maleza, no es fácil, hay una
maraña de espino que quitar a manos limpias no me seduce nada, y aun así bajándome
las mangas del jersey lo vuelvo a intentar, es una cueva, o al menos eso
parece, el olor es salvaje, húmedo y salino, no se aprecia el fondo, el suelo está
cubierto por una especie de manto viscoso pero a la vez petrificado, estoy
sola, no debería adentrarme, pero mi curiosidad es más fuerte, ya he tomado la
decisión, seguiré a delante, no se ve absolutamente nada, intento alumbrar con
el móvil, solo hay oscuridad, ni siquiera un resquicio de luz que anuncie un
final, es más grande de lo que hubiese imaginado, y pienso que he de dejar un
rastro como hizo Pulgarcito, en este caso aprendida la lección no dejare migas
de pan, primero porque no llevo, aunque dudo que alguien o algo se las comiera,
a no ser que esta cueva este habitada por algún ser que yo desconozco, en fin,
que dejare piedrecitas que he ido acumulando en mis bolsillos en ese afán de
atrapar su energía. Empiezo a estar un poco cansada, necesito tumbarme, y no
hay donde, es todo demasiado lúgubre, casi estoy dudando, casi decido dar la
vuelta, en ese instante mis pupilas se enfocan, afinan la visión, solo era un
punto en la lejanía, si, pero suficiente para no desfallecer.
Muy bueno Isabel. Espero que sea sólo fruto de tu imaginación y no andes sola por ahí, aunque sea emocionante!!! Me gusta mucho!!����
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