Resurrección sintió mi
cuerpo
cuando tras aquella
montaña encontró el mar,
grandioso y sin aristas
desplegando sus brazos de
espuma.
Renacimiento sintió mi
mente
en el polvo del camino y
los tonos verdes,
empedrado es mi vía crucis,
alfombrado de arena y
asfalto.
Resurgir de las cenizas,
desde el silencio tan
necesario,
al bullicioso albergue y al
descanso
de la amable sopa y el
agua fresca.
Reiniciar el alma que
sufre,
enterrar dolor en las
cunetas,
despeñar los odios, que
muerden
por los desfiladeros de la
existencia.
Peregrinar, sin más motivo
que encontrar
el niño perdido en la
bruma del tiempo,
el norte en el próximo
cruce
y hacer con Dios las
paces.
Reinventarse desde cero,
soñar de nuevo que es
posible
y bajo el manto de las
estrellas
escuchar lo de fuera y lo
de dentro.
Al fin,el Monte do Gozo,
Santiago, ya amanece,
abrazar la vida y
aferrarse
y esperar que ella también
te abrace.
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