A Andrea, en afectuoso recuerdo
«Chove en Santiago
na noite escura.
Herbas de prata e de sono
cobren a valeira lúa.»
Federico García Lorca.
I. EL JUEGO DE LA OCA
De concha a concha camina la vida
siguiendo los casilleros de la oca,
a nada conduce esculpirse en roca
sin saber quién nos dicta la partida.
Camino de esperanza o quizá de huida,
da igual la senda que atravesar toca,
las ilusiones que así el tiempo evoca,
él mismo lleva a jugada perdida.
Cae el dado al azar en el tablero
con la añoranza que creímos suerte,
peregrinos transitando el sendero.
Aún es temprano y nada nos lo advierte,
nos ciega el victorioso casillero,
y aguarda la casilla de la muerte.
II. LA VÍA LÁCTEA
Sentado en una esquina el peregrino
lloró zaherido por lo que no tuvo,
su silencio le descubrió lo que hubo:
caminar por caminar no es camino.
Alzó ojos a la nada el peregrino
y entonces su llanto por fin contuvo,
y de las estrellas quietas obtuvo
un camino, un sendero y un destino.
En ansia por asir lo que se escapa,
sólo lágrimas tomaron sus manos,
aún ignoraba, etapa tras etapa,
en cuánto sus sollozos eran vanos,
y al fin esa noche se dijo: ¡escapa!,
por un camino de estrellas y arcanos.
III. LA TUMBA DEL DRUIDA
Posé mano y cabeza sobre el santo,
la piedra fría no me dio respuesta,
ante la gastada figura enhiesta
no vació mi alma su íntimo quebranto.
Mis doloridas huellas entretanto
no habían saciado la fe repuesta,
humillado mi infortunio, no presta
la razón razones a sed de encanto.
Viajé iniciado en la niebla a trasmano,
en niebla brusca no cupo salida,
y lo mundano siempre fue mundano.
Soy ficha en el cielo de la partida,
rueda el dado: ¿Santiago, Prisciliano?...
Leyenda de fe en la tumba del druida.
IV. FINIS TERRAE
De mar a mar hay solamente mar,
una huella blanca el silencio se espuma,
ciega la niebla en vuelo de una pluma,
caída suave, desgarra el mirar.
Ahí abajo está el mar, basta esperar,
pero esta cortina espesa me abruma,
leo en silencio gotas a vuelapluma
que suenan mar, o mi sangre escanciar.
Acaba aquí el mundo, aquí acabo,
olas de silencio solas transitan,
tan solas como yo, al fin y al cabo.
Olas que por mucho que se repitan
no son iguales, y sin menoscabo
el fin del mundo en mi mundo crepitan.
V. EPÍLOGO-COLLAGE
Hay olas que por mucho que se repitan
por un camino de estrellas y arcanos,
en cuanto sus sollozos serán vanos,
el fin del mundo en mi mundo crepitan.
En niebla brusca no cupo salida
con la añoranza que creímos suerte,
y aguarda la casilla de la muerte,
leyenda de fe en la tumba del druida.
Acaba aquí el mundo, aquí acabo,
en ansia por asir lo que se escapa,
viaje iniciado en la niebla a trasmano.
Acaba aquí el viaje, aquí acabo,
aún ignorando, etapa tras etapa,
que lo mundano siempre fue mundano.
Javier Bonita la composición doble del druida
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