<<Cuando amas a alguien nada te estorba más que lo que
te conviene>>.
—¿Te he
asustado?
—¡No, ni
mucho menos, solo pensaba!
—¿En qué
pensabas, en mí?
—¡Mis
pensamientos fueron, han sido, son y siempre serán para ti, desde el mismo día
en que te conocí!
—¡Anda
ya, no seas lisonjero!
—¡Por
qué habría de serlo! ¡Digo lo que me sale de muy dentro, te lo aseguro! ¡Sabes
que me emociona sobremanera tu forma de escribir! Tu apego y compromiso para
con el vía crucis que de forma inexorable siempre les toca pasar a los
perdedores.
—¿De
veras te emociona?
—¡Hasta
lo más hondo de mí! Haces vibrar cada centímetro de mi ser. ¡Tanto como hombre,
así como poeta!
—¿Tanto
transmito?
—¡Mucho,
te lo aseguro! Siempre te supe sensible,
pero nunca supuse que llegaras a serlo tanto. No sé por qué, pero no me
esperaba de ti que comunicaras tanto con las letras.
—La
escritura para mí es un bálsamo, una prolongación de mis sueños y un escape para
mi desengaño e impotencia con la arbitrariedad y la injusticia.
—Eres
alguien muy especial, transmites tanto que apabullas.
—¡Bueno,
yo no diría tanto! Más que transmitir, trato de ponerme siempre de parte de los
más débiles, de los menos afortunados, de los más pisoteados y agraviados.
—Vamos,
que se podría decir que “novelas la épica de los perdedores”. Eres escritora de
los relegados.
—Bueno,
si lo quieres considerar así.
—¿Te da
miedo el amor? —cambió el otro ahora radicalmente de tema.
—¡Jodido poeta, que tú me quieres
engatusar! Pero no me gusta eludir los envites, por tanto, contestando a tu
pregunta, te diré que el amor nunca debe dar miedo. El amor debe dar vida, vida
para vivirla y beberla sorbo a sorbo a cada instante, todo el tiempo.
Desterrando de su lado la maldad, la aprensión, el miedo, la lasitud y el tedio.
¡Cuando el amor aflora la razón calla y los sueños nacen, y la esperanza impera
y la vida toda es fuego de artificio, color, belleza y más belleza! Ten en
cuenta que “la historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor
de los cuerpos mortales”.
—¡Escúchame bien, empedernido
rapsoda! Yo siempre he soñado con un mundo sin barreras. Ni fronteras, ni odios
ni rencores. Un mundo donde todos tuvieran cabida sin importar raza, credo,
ideas u otras zarandajas. No creas, a
pesar de que siempre he soñado horizontes de luna, he soñado con paz de agua de
quieta laguna, con noches de hechizo y de sueño, y con barreras ninguna. Naturalmente
también he soñado con intrincados caminos, con noches de plomo bañadas de
sueños de lágrimas y pobladas de alambre de espinos. Con negras noches, noches
largas de manto eterno. Noches de frío plomo; noches prolongadas y eternas de
triste invierno. Pero ¿sabes qué? También
he soñado que volaba en caballos de espuma, en mis sueños y a lomos del viento,
libre y sin entorpecimiento. Pero por desgracia estaban allí los vedados
caminos, los sueños de lágrimas y los alambres de espinos. Aunque en mi hálito
de vida y en un remanso de mi sueño truncado, prosiguieron tenaces los
horizontes de luna. Los caminos libres y largos, las noches de utópicos sueños
y las barreras, ninguna. Porque el viento poeta me dice siempre que no
desfallezca en mi sueño, y el agua del río me cuenta un cuento, el sol de fuego
se retira despacio y los flecos de luna acarician mi sueño. Por tanto y
partiendo de esa premisa, ofrezco mi sentimiento y escritura a los sometidos, a
los sacrificados, a los supervivientes.
Ella se fue de forma inesperada del
lado del bardo soñador. La muerte le arrebató el amor con premeditación y
alevosía superlativa, dejando un vacío inmenso en aquel corazón enamorado de la
generosa sensibilidad y del compromiso grande de ella. El silencio dejó un pozo
insondable. Y en su último adiós le fue dedicando recuerdos de poeta enamorado,
de compañero desesperado que comprende con rabia que ha perdido para siempre a
alguien que lo perfeccionaba, que le daba vida, que cada día le hacía ser mejor.
Por tanto, despacio y apenas musitando, le va dedicando una sentida plegaria:
<<Paso firme, andar despacio. Mal camino, hiriente paso. Tirar palante,
murmullo y cántico, pena grande, tañido lúgubre, salmodia y llanto. Y dentro de
la madera fuerte, la madera negra. La madera grande; la madera barnizada y
brillante. Extinguida vida, ilusión perdida. Esperanza rota; felices recuerdos
de días pasados; amor tan grande>>.
En estas compungidas reflexiones va
divagando su mente ida, entretanto acompaña en su ultimo adiós a su enamorada, compañera
impregnada por siempre de un perenne ingenio independiente y sumamente libre.
Ella fue para él alguien muy, muy
especial. Aunque se haya ido siempre vivirá en su corazón enamorado, y piensa
que pasará a la posteridad como la gran mujer que fue. Porque la libertad,
piensa, no es la ley del más fuerte, ni del más bruto, ni del más ladino. Ella,
que supo evocar, que supo rescatar la memoria de todos los olvidados. Con ella
y a través de ella permanecerán siempre en su memoria y en la de toda gente de
bien. Y por supuesto, todos con ella, siempre tendrá un lugar capital en su
corazón ahora roto, pero que aprenderá a reconstruir a través de su perdurable
recuerdo.
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