Estoy leyendo un libro en la azotea.
Rabia el sol lejano de agosto
apenas calienta.
Pero me quedo allí alejada del ruido
embebida en las páginas de una novela.
Mi padre silencioso se acerca:
trae una criatura
recién nacida que amamanta con un cuentagotas.
Es una bola de pelo color chocolate
con los ojos azules apenas abiertos y le cabe en una mano.
Es tuya es una hembra.
Solo tienes que ponerle un nombre y quererla mucho.
La protagonista de mi libro se llamaba Malena.
Pero le he puesto el nombre de la hermana.
Aunque fuera dócil mi gata siamesa
acabaría corriendo por aquellos tejados y mejor
llamarla Reina que no es nombre de tango.
Sigo leyendo libros en al sol de la tristeza
aunque ya no viva en esa casa
y para siempre escapara mi gata.
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