La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 30 de enero de 2021

FUGA ESPACIO TEMPORAL, por Carmen Hernández Montalbán.



Sentado sobre la alfombra, Julian mira el televisor, en tanto que la niñera descabeza el sueño en el sofá. El chupete salta de su boca en una pirueta acrobática al escuchar su nombre. El rostro de un hombre de pelo blanco alborotado, rasgos suaves y mirada angelical aparece en primer plano.

Se escucha la voz del reportero:

“Julian Assange, de nacionalidad australiana y cuya página de internet WikiLeaks se ha usado para filtrar información de grandes escándalos políticos y financieros, es arrestado en la embajada de Ecuador…”

La transmisión se corta abruptamente y la imagen distorsionada de nieve aparece en el televisor marca Thomson. El llanto desconsolado del niño despierta a la niñera que se levanta desorientada, tropezando con los mueles cuando va a buscarlo.

- Vamos cariño… ¿Qué te ha pasado? No ha sido nada, sólo es ruido de este cacharro averiado –lo tranquiliza y apaga el interruptor.

Rubi Waterhaus era la niñera que más tiempo había cuidado a Julian, pues la familia Assange, debido a la profesión itinerante de los padres, había cambiado constantemente de domicilio. Ella pensaba que esa provisionalidad afectaba emocionalmente al pequeño, a quien más tarde o más temprano terminaría por pasarle factura.

Sumergió el chupete rescatado del suelo en un vaso de agua y lo devolvió a la boca de Julian.

- ¿Más tranquilo? – le preguntó, acunándolo en su regazo y acariciando la pelusa rubia de su cabecita ¿Qué es lo que tanto te ha asustado?.

El niño se quitó el chupete y mirando a Rubi con los ojos muy abiertos dijo:

- WikiLeaks.

- ¿Cómo has dicho? – volvió a preguntar acercando su oído a la boca del niño.

Esta vez Julian volvió a repetir la palabra vocalizando perfectamente: WikiLeaks.

- Ahh – respondió boquiabierta - ¿Es así como llamas ahora a uno de tus monstruos imaginarios? Anda, vamos a salir a dar un paseo. Hace una tarde demasiado bonita para estar metidos en casa.

El pequeño Julian creció  con la curiosidad que distingue, desde muy temprana edad, a los genios. Los misterios que encierran las matemáticas y, especialmente los algoritmos, fueron su pasión. Pero la enseñanza reglada aburría en extremo a aquel joven inquieto, por lo que no concluyó los estudios de física y matemáticas en la universidad.

Este episodio del televisor en su tierna infancia no fue el único que experimentó nuestro personaje a lo largo de su vida. Parecía tener un instinto visionario para adelantarse a los acontecimientos.

Pronto descubrió que la intuición no era una cualidad sobrenatural, sino una forma extraordinaria de inteligencia, relacionada con los sentidos y la capacidad de abstracción. Y que su talento para acumular experiencia en el cerebro era, tal vez, mayor que el de otras personas.

El caso es que Julian sabía identificar las corrientes subterráneas antes que lo obvio, veía venir las cosas pero no podía demostrar en el momento de su percepción que sus pronósticos tenían base alguna y esto lo frustraba. Dedicó muchas horas a estudiar el lenguaje de programación informática hasta convertirse en uno de los mejores programadores.

Así fue cómo nació el monstruo, cuyo alumbramiento, se había anunciado en la conciencia de Assange con tan sólo un año: WikiLeaks.

Los avances de la tecnología habían permitido la construcción de un mundo más global, más conectado. Los medios de comunicación habían proliferado y se habían diversificado. Los ciudadanos tenían la sensación falsa de estar más informados. Pero la intuición innata de Julian le decía que, a juzgar por el desarrollo de distintos acontecimientos en distintos puntos del planeta en los que imperaba la injusticia y la sombra o el silencio de los medios, existía una información reservada que sólo estaba al alcance de unos pocos. Los poderes fácticos controlaban los medios desde hacía décadas y la información había sido manipulada y dosificada con el fin de favorecer los intereses de aquellos. De nuevo, el derecho a la información, como muchos otros derechos fundamentales de la ciudadanía era cercenado.

WikiLeaks era la plataforma mediática sin ánimo de lucro que permitía la filtración de esta información reservada y la cabeza pensante de ella era Julian Assange, defensor de la transparencia informativa.

Por eso, cuando la ya anciana Rubi Waterhaus pulsó el botón del mando del televisor, sentada en su silla de ruedas, en su habitación de la residencia geriátrica, y escuchó la noticia de la detención de su pequeño Julian por acceder ilegalmente a varias computadoras veinte años después, supo que el monstruo tan temido de su infancia había comenzaba a asomar la cabeza.


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