Entorné los ojos y tomé aliento…
Mis días se habían vuelto noches oscuras pobladas de abismos con la infinitud
de las sombras. Aún cegado a la esperanza, volví a abrirlos y miré a mi
alrededor. Recorrí calles desiertas donde los edificios se alzaban como gigantes
abatidos. Las lágrimas no servían para aliviar todo el profundo horror de la
muerte que me circundaba. Todavía recuerdo el olor de la sangre fresca… Aquel
niño de enormes ojos buscando el cielo como último refugio. A veces por las
noches vuelve a asomarse a mis sueños, a mis pesadillas, en las que camino
buscando un trozo de tierra amiga… Me ofrece un mendrugo de pan…
Espero que haya encontrado la paz
allá donde esté, en un jardín poblado de mariposas donde el sol no muerda los
labios. Mientras, sobrevivo en este infierno de soledades que es mi vida lejos
del que fue mi hogar.
Enhorabuena, querida Lourdes. Magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo