La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 14 de enero de 2018

DELIRIO INSOMNE, por Dori Hernández Montalbán.



Entorné los ojos mil veces, me acostumbré al vuelo de los párpados hasta que me atrapó la noche en su oscura duermevela. Ella traía consigo al hombre-luna, altísimo y con la cabeza girando en luna menguante, escrutando el cielo subido a la concha de un caracol gigante. Yo persistía en el inútil empeño de dormir, tal vez soñar. Sorprendí al coleccionista de planetas ensartándolos como cuentas de cristal, en el cableado eléctrico. El viento soplaba sin descanso. La veleta giraba, giraba, volaba el viento los campanarios. Después, el silencio total magnificó el quejido de la hoja seca al desprenderse del tallo. Escuché el rugido de la pantera devoradora de sueños. Aparecieron los peces azules nadando en la pecera gigante del escaparate.

Entorné los ojos como aquel que se rinde en el fragor de la batalla, aun sabiendo que la guerra no termina cuando acaba. Claudicaba. Pedía una tregua al desaliento, porque en el fondo sabía que no había posibilidad de hallar la felicidad si no era dentro de uno mismo. Pero tenía que seguir en la cama; la cama era ahora un cálido nido, un vientre de agua. Entorné los ojos para encontrar cobijo allí, en mi casita de una sola teja al calor del fuego primitivo, alimentándome del tierno musgo del invierno, fiel y libre como la loba. Este es mi cuerpo, pensé, aquí habito, las palabras están en mi cabeza y el sentimiento..., ¿el sentimiento? ¿Dónde está el sentimiento? Intenté dibujar mi rostro con los ojos cerrados pero ¿en qué penumbra oculta de la especie se halla el sentimiento? Construí, entonces, mi cuerpo con pulidas piedras de la playa, una sobre otra hasta ponerlo en pié, frágil comenzó a caminar con miedo a desmoronarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario