Aquellos días de
luz, ligeros y claros
como brisa tenue
de madrugada,
a la manera de
iniciados
en algún extraño
rito
mistérico y
cabalístico,
repletos de
complicidad y dudosas intenciones,
nos aplicábamos a
la ardua tarea
de desentrañar
el más profundo
sentido de las cosas.
Entre vasos a
medio vaciar,
en un intercambio
de inquietudes y anhelos,
mezclando risas de
niño con reflexiones de hombre,
pasábamos el
tiempo
en conversación
jugosa:
hechos y noticias
recientes,
amores
correspondidos y sin corresponder,
razones y
sinrazones varias…
Y al final, La
amistad más pura
que podía caber en
tres corazones
de quince años.
En esencia, una belleza.
ResponderEliminarNada más dulce, que la amistad tamizada por los años.
ResponderEliminar