La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 22 de diciembre de 2025

Entrevista a Perfecto Herrera Ramos, autor de "Días sin pájaros"

 


Háblanos un poco de ti.

 

            Nacido en Berja (Almería) el 6 de junio de 1956, viví en Granada entre 1970 a 1982, donde cursé la licenciatura de Derecho. Fue en esta ciudad donde se acrecentó mi afición a la literatura, fundamentalmente a partir de mi experiencia en el Teatro Independiente, donde componíamos los textos que luego representábamos. La gente que llegué a conocer conformó mis gustos y mis aficiones literarias. Sigo frecuentando Granada de forma regular.

Por cuestiones de trabajo (he sido Funcionario de Habilitación Nacional en Administración Local) me vi de nuevo en Almería, donde actualmente vivo. Es en esta provincia donde empiezo a publicar, primero, en un blog literario, y luego en diferentes editoriales.

Miembro del Instituto de Estudios Almerienses en el Departamento de Arte y Literatura, actualmente promuevo los Velorios Poéticos de Almería con el colectivo Poetas del Sur Almeria.

Aunque he ganado algunos premios literarios, pronto dejé de concurrir a ellos por diversas razones que no vienen al caso. No obstante, en alguna ocasión, siempre que el premio a conseguir no fuese pecuniario, he concurrido a alguno. Como ejemplo, en el año 2015 fui el ganador del Concurso de poesía convocado por ALCER, más tarde, he fui finalista con el poemario Los Esteros de las mareas, en la tercera edición del Premio Internacional «Francisco de Aldana» de Poesía en Lengua Castellana, convocado desde Nápoles por el Circolo Letterario Napoletano 2018 y finalista en el IV Premio Internacional de Poesía Ateneo Mercantil de Valencia 2020 con el poemario Días sin pájaros.  

Ahora prefiero participar siendo miembro de los tribunales de algunos concursos literarios. Es más entretenido.

                                

 

¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Días sin pájaros?

            En Días sin pájaros encontraremos, sin duda, un tema que traspasa casi todas sus páginas; un tema poco usual en la poesía como tema central, que es el dolor.

            Para hablar del dolor, quizás no sea la poesía la mejor herramienta; ni siquiera la écfrasis, como descripción literaria, pueda ayudar para describirlo.

Si la poesía se usa, debiera dejar constancia de su silencio, de su sonido, de la pena que arruga la palabra y la hace ir a su aparente negación. También de la amarga realidad que transita el alma en la intemperie. En cada poema se debiera despertar el lenguaje abruptamente, despojarlo de la atadura que trae la convención, llevarlo a otro lugar del juicio y desprenderlo del papel para hacerlo piel, cuerpo, sangre, carne abierta y agredida; olor, caricia en el secreto puro de la noche y el misterio; ceniza, polvo en el aire infausto del fracaso. Solo así la poesía encuentra casa en el cuerpo, en la palabra, en el sonido de esa palabra que trae viento de otra afrenta e impulsa la propia para continuar desbordándose entera en la mudanza que lo hace ir hacia la desesperada realidad del horror.

Quizás, el poeta que sufre el dolor en carne propia, debiera olvidarse de la poesía, pero no puede escapar de un anhelo permanente: hacer que la palabra encuentre refugio provisorio en el poema, colmándolo de dolor, de sangre, de recuerdo. Mitigando en él aquello que no podemos olvidar. Sembrando en él aquello que no debemos desconocer. Y ofrecer un modo de trascenderlo, buscando en el poema sonoridad para la idea, eco en la palabra para decir poesía, para decir lenguaje, para desentrañar con fuerza vital el dolor de la pérdida, el dolor de la afrenta, la fatiga de la distancia y el horror de la muerte. Pero también, la luz, la “Inverosímil luz en la tinta sombría,/tinta que vislumbramos, sobre el papel, impura,/sobre caligrafía de ave de medianoche,/insomne, enfebrecida, indefinible luz.”

En Días sin pájaros se ahonda el misterio que trasciende en la escritura poética cuando se vulnera el cuerpo, la memoria, la vida. Cuando la palabra se hace jirones y despide sus múltiples formas en la escritura. El poema dejó de ser comunicación para volverse contacto desde el lenguaje con la piel, con el recuerdo, con las palabras enfurecidas.

 

Así, el poeta no rompe su destino entre las palabras; muy al contrario, lo lleva a otra forma, quizás más cercana, más dolorosa, menos vacía, y permite que su poema viaje al lector golpeándolo en la cara, haciéndolo partícipe de la amargura, con límpida voluntad, con ímpetu, pero también con la angustia del desamparo, del arriesgado círculo de la lucha, de la imposible victoria sin la sangre, del secreto compartido en la disputa: toda una realidad sonora llena de horror y de miseria. El poema recibe esa amargura y la protege al volverla transparente en el lenguaje, al hacerla dolor en la música que lo vigila. 

            Sólo una enseñanza debiera desprenderse de esa experiencia humana que es el dolor: Mientras dure la luz no habrá descanso,/ no habrá descanso mientras haya vida.

 

 ¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

 

            Creo que reside fundamentalmente en la intensidad con que se explora el dolor existencial y la búsqueda de sentido a través de la palabra poética. Más concretamente,  su fuerza radica en transformar el dolor en presencia poética, buscando sonoridad y eco en la palabra para nombrar lo que duele y lo que, por ello, debe ser recordado y trascendido. Cuando se ha sufrido el dolor en carne propia, no queda otra que tratar de superarlo o rendirse. Mi experiencia ha sido el encuentro con la luz y con todo lo que bajo la luz da sentido a la vida.

 

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

 

            Ha sido un proceso de depuración y de creciente hondura ética y emocional, que va desde una voz inicial atenta a la experiencia cotidiana hasta una poesía cada vez más concentrada en lo esencial: la herida, la pérdida y la necesidad de decir.

            En mis primeras publicaciones, mi escritura se reconocía por una mirada reflexiva, de tono contenido, donde el poema funciona como espacio de observación y de ajuste entre el yo y el mundo. Predomina ahí una búsqueda de forma y de ritmo, con un lenguaje sobrio, todavía más narrativo o descriptivo, que explora la identidad, el tiempo y la experiencia vital sin estridencias.

Con el paso de los libros, esa voz se va despojando de lo accesorio. El lenguaje se vuelve más tenso, esencial y cargado de silencio.

En Días sin pájaros, ese recorrido alcanza un punto de madurez: la escritura ya no busca explicar ni embellecer, sino nombrar lo que queda cuando todo lo demás falla.

 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

 

            Lo cierto es, que llevo multitud de libros a la vez. No obstante, los dos últimos libros leídos son, por una parte una novela, “Un desierto de seda”, de Juan Campos Reina, y por otra, el último poemario de Rafael Soler, “Memoria y no”.

            La novela de Juan Campos Reina no la elegí yo, me eligió ella. Es de esos libros que te recomiendan, los adquieres y luego abandonas por razones diversas. Y fue empezar su lectura y me atrapó, como me atraparon otras del mismo autor. Se trata de una novela que se destaca por su lirismo contenido y su cuidado estilístico. Una maravilla de prosa poética, que subyuga.

            “Memoria y no”, el último poemario de Rafael Soler, por curiosidad y admiración hacia su autor. Hace pocos días estuvo con nosotros como poeta invitado en los Velorios Poéticos de Almería y me hice con ella, y no pude contener mi deseo de conocer la evolución de poeta tan singular, al que tanto admiro, aun cuando su estilo y el mío son bastante diferentes.

           

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

 

            Pues sí, llevo bastante tiempo detrás de un proyecto que posiblemente se llame “Los secretos de la escritura”, queriendo desarrollar un poema anónimo que encontré tirado muy cerca de la casa en Almería de José Ángel Valente, que luego os trascribo. El misterio que lo envuelve me interpela constantemente. Si alguien me pudiese informar sobre su autoría, sería de agradecer. No he encontrado ninguna información.

Se trata de desarrollar, con cada estrofa del mismo como epígrafe, una serie de poemas que respondan a lo que sugiere. Es una obra ardua y que me llevará tiempo.

Y evidentemente, seguir con los Velorios Poéticos de Almería y las tertulias de Poetas del Sur.

Dice el poema anónimo:

 

LOS SECRETOS DE LA ESCRITURA

 

Últimos brotes de verbal creatividad,

atravesados por un margen

de silencio inefable.

 

El talismán de la mandorla originaria,

estirpe de escritura

donde la piedra,

 verbal, gravita, pende y estalla.

 

Salir de sí y aprehender,

en palabra circuida por silencio,

cual mundo percibido en sus formas liminales.

 

Sólo vestigios, huellas, señales, figuras..

..consuelo de esas formas visivas

de la esencial limitación.

 

Pujar, luchar, abrir resquicios de luz

en el ámbito oscuro de lo indecible.

 

Proyecto de armonías, amparado

en lengua y sangre especular.

 

No incorporación mera de ademanes

y cadencias; no al menos mediante

la impronta pasional de la conmiseración.

 

Aún por encima

del apesadumbrado existir, conocer

el gozo de haber sido

materia viva ante la nada:

 

Sin las alquimias

de la atracción pretérita,

la palabra está exenta del latido emotivo.

 

Jornada interminable,

inagotada en recurrente revisión.

 

Recuerdos atrapados en un ámbito

de oscuridades.

 

Sólo un verso de áspera textura,

de matriz dolorida.

 

Memoria esperanzada,

como mínimo, como límite.

 

La transparencia o iluminación

en inviolables bordes de silencio,

en la misma raíz de la eternidad.

 

Una oquedad inalcanzable,

invulnerable al tiempo.

 

Resurrección del hálito vital en la aspereza,

sólo luz y astillas.

 

Desnacer, siempre desnacer.

Otro será el que resucite.

 

 

 

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