La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 24 de junio de 2024

FRÁGIL FORTALEZA, por Marina Tapia.

 



Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721


 

 

            “Sobrevivir en la fragilidad”, de Dori Hernández Montalbán, es de esos libros que te invitan a reflexionar acerca de la actitud ante la existencia y de nuestra relación con la poesía. Editado por Aliar Ediciones este 2014, recoge de forma cuidada y estética los últimos poemas de una creadora muy activa en distintas disciplinas como el teatro y el cine, además de la escritura.

            Tal como nos dice la autora en su nota preliminar, “escribir como un acto de supervivencia y también como un acto de resistencia”. Quizás estas palabras reflejen con bastante precisión uno de los argumentos centrales del libro: el análisis −desde la lírica− del acto de alumbrar palabras y nuestra simbiosis con el mundo. También añade Dori: “y a pesar de ser testigos de la vida y de la belleza, no podemos ver con claridad aquello que todo ser humano debería poder apreciar: la rosa, la belleza que nos rodea, la esperanza, la luz que no hallamos si no es momentáneamente y como un reflejo caprichoso de la naturaleza”.  En el poemario se subraya la importancia de ver, pero no sólo la cara luminosa o estimulante de la realidad, también sus reveses ya que “no estaría completa la rosa sin espinas”.

            El libro se compone, en general, de poemas de largo aliento, distancia en la cual la autora se maneja cómodamente, imprimiendo a los textos gran fuerza y haciendo que el lector no pierda la atención. Buen ejemplo de ello son sus interesantes piezas “Obsidiana”, “El animal que me habita”, “Orden y concierto” o “Escribo con una aguja”.

            Hay un trasfondo de volver a lo esencial, de conectar con la naturaleza, con la tierra que nos alumbró, un sutil mensaje ecológico en el conjunto.

            Muy sugestivo el poema “Mandala del poeta enamorado”, en el que se encadena una sucesión de imágenes para trasladarnos a un espacio sensorial interior: sueños de una góndola bajo la lluvia que luego será una mujer acunada por el amor cumplido, para volver a transformarse en mandolina, y mutar finalmente en besos o amapolas mecidas por el viento. A través de lo plástico y de fogonazos de elementos potentes, Dori describe muy bien la fiebre de la poesía, que devora a los que la practican.

            Mandalas, diosas, enigmas, señales hechas con ceniza, ofrendas de frutos equinocciales: todo un universo de símbolos, de un misticismo casi pagano, que crea un ambiente muy intenso y que trasmiten al lector un mundo poético bien delimitado.

            La figura de la rosa, ampliamente citada como un símbolo asociado a la lírica y a lo esencial por distintos creadores, como Huidobro: “Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas! / Hacedla florecer en el poema”; Carmen Conde: “¡Una rosa, la Rosa, que me nace a mí sola / acompañando dulce mi desterrado sueño!” o “La rosa incómoda” de Ángela Figuera Aymerich: “A esto hemos llegado, amigos, / a que una fresca rosa nos lastime la mano”. A través de esta simbólica flor, Dori Hernández Montalbán vuelve a redefinir el oficio y el compromiso de la escritura, y lo hace en varios textos a lo largo del libro. Cito algunos versos: “Tu pupila aún no puede ver −la rosa− / espera a que pase esa nube de desconcierto”, “la rosa germina en buena tierra”.

            En la primera parte, Dori allega elementos que van cercando el discurso, que lo acotan, va definiendo poco a poco la idea central de este grupo: tomar conciencia de nuestra mirada, del ver,    don imprescindible para desarrollar la escritura. En la segunda parte, felizmente titulada “Manual de supervivencia”, la voz poética manifiesta una postura activa y decidida para realizar cambios y coger brío para la vida “Voy a vaciar los armarios de ropas / que solíamos ponernos cuando éramos otros / porque ya no encajan como antes en nuestros cuerpos”. “Para ver si me hallo” es la consigna “desnuda y verdadera”. El bello poema titulado “Plantar un jardín”, ahonda en perfilar la actitud que favorece ese avance por medio de dos símbolos: la silla y el cultivo de un jardín. A través de esa quietud-activa, se puede observar los pequeños cambios, se puede aguardar las señales y se fortalece la voluntad y la resistencia, puede el ser humano consolarse por ser expulsado del paraíso y, también como sugiera la autora, de la poesía.

            El cuestionamiento de la utilidad de los poetas se desarrolla muy bien en “¡Qué ironía!”. Un texto con una carga de sátira y profundidad muy bien armonizadas: “Los poetas no servimos para nada / porque somos gente rara, / porque tenemos el don de la premonición, / el don de la inoportunidad, el don de la rebeldía, / y somos el espíritu de la contradicción”.

            Os invito a leer “Sobrevivir en la fragilidad”, a dejaros envolver en el pétalo de sus hojas, a hacer vuestros los últimos versos que Dori Hernández Montalbán nos regala, “Las palabras solo brotan en el poema / por eso nunca te rindas, / aunque tengas que inventar de nuevo el mundo / y nombrar las cosas jamás nombradas”. Sigamos pues nombrando a través de cada poemario que leemos nuevos espacios de percepciones. ¡Estáis invitados!

 

Marina Tapia

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