La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 24 de junio de 2024

Entrevista a Miguel Arnas Coronado, autor de La novena.

 



Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721

Háblanos un poco de ti.

Nací en Barcelona. Vivo en la provincia de Granada desde 1980. Me dedico a escribir más o menos desde la misma fecha, aunque mi profesión ha sido la de profesor de Enseñanza Secundaria. Mi primera novela publicada lo fue en 2003, por el Ayuntamiento de Granada, y su título, Bajo la encina. Luego, conseguí los premios Ciudad de Guadalajara, por Buscar o no buscar, y Francisco Umbral de Majadahonda por La insigne chimenea. Todo eso no me significó ser más leído por el público, sino la satisfacción de ser considerado por algunos de mis amigos. Lo importante es la alegría de haber creado esos mundos, esos personajes. Tengo 9 novelas publicadas y dos libros de poemas en prosa. No está mal para ya una larga vida. Sin embargo, he escrito, si los números no se me dan mal, 13 novelas más inéditas. El deleite está en esos amigos que me consideran, en quienes me dicen “oye, qué bien está tu novela, la he disfrutado”. Dar goce siendo leído produce la misma complacencia que el amor bien hecho, que la convivencia grata.

 

¿Qué podemos encontrar entre las páginas de La novena?

Música, mucha música. Es un intento de aunar las estructuras musicales con las narrativas. Si es fallido o no, lo dirán mis lectores. De momento ya algunos de ellos me han dicho que he tenido éxito en ese intento. Kundera le recriminaba a Hermann Broch que en su trilogía Los sonámbulos no hubiese un nexo que uniera sinfónicamente la obra. Me parece que yo sí lo he conseguido con esa narradora, Gusti Rodero, que escucha una y otra vez la 9ª beethoveniana porque es lo único que calma a su marido, enfermo de Alzheimer. Y he intentado seguir la estructura de esa sinfonía, con sus cuatro movimientos que simbolizo en lo heroico, lo orgiástico, lo bucólico mezclado con el dolor y la muerte, y por fin, Europa, con las virtudes y defectos que la caracterizan. Para ello he utilizado la historia de dos familias, los López Pedrosa y los Rodero Pedrosa, que concentran esos defectos y virtudes, más la misma historia española desde principios del XX hasta hoy, y la historia europea, por supuesto.

 

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que está en lo anteriormente dicho. Me parece que las descripciones de la vida fabril, de la transición española desde el 75, del terrorismo que marcó aquellos años, de la abulia, el consumismo, la corrupción, todo ello visto desde las vidas secundarias de personajes que no ocupan lugares importantes en la vida ni política, ni social, sino pertenecientes a esa intrahistoria de la que hablaba don Miguel de Unamuno. Más la misma vida de Beethoven coincidiendo con aquel estreno de su última sinfonía, y la maldición que a partir de entonces parece haber marcado a algunos compositores: Schubert, Bruckner, Dvorak, Mahler, etc., que compusieron sus novenas sinfonías y murieron poco después. Y también reflexiones sobre la música. Todo ello ensamblado o armonizado con enlaces entre los diferentes temas, en forma de pequeñas cavilaciones como en el sinfonismo ocurre con los llamados puentes.

 

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

De aprendizaje. A escribir se aprende escribiendo. Y leyendo mucho. El escritor debe saber de todo. No le está de más una formación científica, además, claro, de literaria, filosófica, social, etc. Pero sigo aprendiendo. No se acaba nunca. Uno termina de aceptar un texto para ser publicado cuando ya lo tiene el editor maquetado y en imprenta, y aun entonces, se le ocurre alguna que otra corrección que ya no será posible. Lo mismo pasa con la formación como escritor y como persona: solo termina con la muerte, y aún, porque más allá no sabemos si continúa, que si no…

 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Soy muy ecléctico en mis lecturas. Leo lo que pillo. De lo último leído, pienso en dos libros de Milan Kundera: El arte de la novela, y Los testamentos traicionados. El checo era músico también, de modo que me es de gran inspiración. Pero se mezclan Gabriel Miró, Gueorgui Gospodínov, un búlgaro que me ha gustado mucho, Ernesto Sabato, Kertész, etc. En mi vida he leído con devoción a Unamuno, Eugenio Trías, a María Zambrano, a Juan Goytisolo, a Cortázar, Sarduy o Cabrera Infante, Baricco, Mankell, Calvino, Lowry (quien, por cierto, conoció a su primera esposa en Granada), Bulgákov, Joyce, Pérez Galdós, Pynchon, Mann, Céline o Kafka. Me ha aficionado la ciencia, la Kabalah, la mística y la historia de las religiones, la Historia y Nietzsche. Así de “enfollonado” soy.

 

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Me dejo llevar. Desde la novena, escribí dos novelas en las que el personaje central es un viejo (no un anciano aún, sino lo que se llama un hombre “mayor”) que vive solo. Me siguen obsesionando las estructuras musicales y en una de ellas he imitado el tema con variaciones. Con esas novelas que tengo inéditas debería dedicarme a corregirlas, pero me da una pereza… Porque lo peor de este oficio es corregir: cuesta tanto como arrancarse un apósito pegado, es pesado como transportar sacos de 50 kilos, uno está ciego para lo propio, por eso lo ideal es dejarlo reposar durante años y que quede como si lo hubiese escrito otro. He empezado alguno nuevo, sí, pero lo voy a dejar hasta corregir del todo lo que publicaré con la Academia de Buenas Letras de Granada el año próximo. A lo peor no escribo nada más y me dedico a dejar a punto esas 13 novelas sin publicar o desecharlas todas o algunas, ya veremos. La vida da muchas vueltas…

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