Háblanos un poco
de ti como poeta.
Bueno, antes que
nada, ¡gracias por la oportunidad de compartir mi quehacer literario, gracias
por esta entrevista! Escribo poesía desde muy pequeña, desde los ocho años
aproximadamente llevaba a mano cuadernillos y libretas para apuntar historias
que luego fueron derivando en poemas. Disfruto mucho observando el mundo,
escuchando a los demás, paseando por la naturaleza, fijándome en detalles
sencillos que pasan desapercibidos: todo ello me conduce a la poesía. También
la lectura de poemarios interesantes con los que se establece un diálogo sutil
e íntimo. Para mí la poesía es un estado receptivo y de permeabilidad, es
mantener esa actitud de seguir asombrándose ante la realidad. También me gusta
estar en contacto con otras personas lectoras y escritoras a través de la
didáctica (impartiendo talleres) ¡eso me enriquece muchísimo!
¿Qué podemos
encontrar en este libro?
“Piedra que
mengua” fue escrito en un rapto. Me desperté de noche con una imperiosa
necesidad de escribir, envuelta en un arrebato casi místico, instalada en la
cabeza una sola idea y un palpitar: soy esa roca viva que tiene voz, soy ese
magma solidificado que permanece. Soy kefás, piedra simbólica que se manifiesta
a través de la poesía. Juan Ramón Jiménez creía que algunas veces “una
embriaguez rapsódica, una furia incontenible empieza a dictarnos”. Quizá sea
esa la explicación de este libro. Y por eso siento este poemario no sólo mío,
sino de todas las voces que, a través de las lecturas y las búsquedas, han ido
anidando en mi interior. Podría decirse que he dejado la puerta entreabierta
para que los versos de autoras y autores de distintas épocas pasen y se
acomoden. La intertextualidad está muy presente en “Piedra que mengua”:
Gabriela Mistral, Antonio Machado, César Vallejo y tantos otros se citan en sus
páginas, pero también voces más actuales como la de María Ángeles Pérez López o
Juan Carlos Friebe van anudándose a la mía. Encontrareis en este trabajo una
búsqueda interna que parte de un elemento tan sencillo y a la vez tan
simbólico, pilar de tantas culturas y generaciones. Siento que se vincula a una
corriente que cada día cobra más fuerza y que podríamos llamar ‘Ecomística’; es
decir, un movimiento que pretende volver la mirada del ser humano (egocéntrica
y altiva tantas veces) a la tierra, a esas riquezas naturales que son un
verdadero regalo. El telón de fondo de la Cordillera de los Andes también está
presente en mi poemario. Hay algunos juegos de poesía visual y un poema con la
estructura del soneto. Creo que es un libro dinámico pero que siempre intenta mantener
un hilo conductor: la materialidad que puede ser trascendida. Un conjunto que
desea hacernos reflexionar acerca de cómo nos estamos desenvolviendo en el
entramado de la vida del planeta.
¿Por qué
elegiste ese título?
Me pareció
sugerente y que reflejaba a la perfección nuestra paso por la tierra, y ese
desgaste natural fruto del transcurrir dell tiempo. La vitalidad y lo compacto
de nuestra existencia se van transformando: nuestro cuerpo se vuelve más
frágil, hasta nos empequeñecemos en tamaño, literalmente. Pero este proceso
tiene, eso sí, algo positivo: permite que nuestro espíritu se torna más abierto
−el dolor de la vida nos pule− y nos lleve a la búsqueda de lo esencial.
¿Qué aporta la
poesía al mundo?
¡Muchísimo!
Congrega palabras para formar imágenes que definen a la perfección conceptos
complejos de explicar, da textura al lenguaje, lo engalana con el colorido de
los sentidos, juega y acentúa esa musicalidad de las palabras, da voz a tantas
realidades que permanecen en los márgenes de la sociedad, permite seguir
avivando el espíritu creativo de la niñez, inventa nuevos lenguajes a partir
del nuestro (tan estructurado, vacío e incompleto muchas veces), acompaña con
sus versos luminosos los momentos más difíciles de la existencia; pero, lo
principal: logra que los seres humanos salgan del círculo del yo, y de sus
restringidas conversaciones, y den el salto hacia una voz universal y única.
¿Si tuvieras que
elegir un título para este poema, cómo lo llamarías?
Escalera
crujiente,
trozo de bosque
organizado
por el que ir
hasta la cumbre
de aquel desván
lleno de sueños,
pájaros
silenciosos
que viajan sin
ruido.
Sobre ti estaba
el premio
cubierto por el
polvo
y lo muerto
vivía
para mí, en mis
ensueños.
todo aquello era
hermoso
porque estaba
creando su recuerdo;
viviéndote,
sentía
que de algún
modo ya te recordaba.
Y siempre que te
acercas
entre la niebla,
oigo
cómo se queja
suavemente,
enmohecido por
las lluvias,
el pesado
cerrojo de una verja.
La del jardín
acaso.
Lo llamaría”Incógnita”
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