El complejo mundo literario y de le edición se está volviendo mucho más retorcido de lo que era realmente. Si consideramos nuestra historia reciente seccionada en dos partes, antes y después de Internet y las RRSS, comprenderemos mejor el mundo que nos rodea. Para empezar está primando fríamente la venta por encima de su calidad literaria. Obviando muchos de los merecidísimos reconocimientos y premios literarios, hay un alto porcentaje que la fama televisiva o la popularidad aúpan al escritor o al artista a lo más alto. Todo el mundo sabe ya, sin tapujos, que el Planeta era y es concedido por la celebridad del personaje. Antaño los premios literarios eran concedidos a ciegas, por lo que leer los primeros galardones era todo un placer, léase “Nada” de Carmen Laforet. Por cierto, el Premio Nadal ha ido paulatinamente rindiéndose a esa fama mediática. Todos quieren ganar dinero. Sin más. En realidad, se ha virado la atención de las grandes editoriales a los influencers especialmente, aunque escriban como el culo. Es por lo que algunos presentadores o personajes televisivos se han lanzado al mundo de las Redes Sociales sin escrúpulos, por lo que combinan esos dos mundos estratégicos, donde la gente es abducida a borbotones. La imagen del escritor ermitaño, aislado del mundo y oculto en su buhardilla escribiendo obras maestras, ha quedado relegada al pasado decimonono. Seguramente se estén perdiendo auténticas obras maestras, ya que las grandes editoriales suelen rechazar a priori todo tipo de manuscritos. Así pues, he ido comprobando cómo algunos/muchos poetas y escritores se autopromocionan por las RRSS llegando a realizar todo tipo de vejatorios o polémicos vídeos. Recordemos cómo alguno triunfó en TV semi-desnudándose. Veo por TIK-Tok a algún magnífico poeta actuando de la misma guisa. Incluso los más célebres acuden a las televisiones para expresar las ocurrencias más disparatadas o las opiniones más cáusticas. Seguramente no las sientan, pero la audiencia siempre desea carnaza y polémica. Herencia, quizás, de los más grandes como Umbral, Cela, Capote, Terenci o Arrabal. He leído muchos de los (últimos) premios Planeta y siempre termino decepcionado. Uno de ellos fue el de JS, al que admiro como investigador, pero su obra parecía realmente una simple novela juvenil. La prestigiosa editorial suele fijarse también en aquellos que han conseguido situarse en la lista de los superventas por méritos propios. Pero cuando les proponen el premio, pueden presentar lo peor de lo peor y ganar. Léase Mola.
La salida más efectiva es que, si eres escritor y no estás donde mereces, grabes un descarnado y polémico vídeo. Como se haga viral, ya habrás dado un gran paso.
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