Háblanos un poco de ti como poeta.
Empecé rimando mucho y mal, arreglando problemas amorosos de
amig@s que necesitaban consuelo y apoyo lírico. Mamma mia. Hace treinta años
ahora. Luego leí y dejé de escribir, me formé y a los 22 publico mi primer
libro y desde ahí a los treinta años, tengo tres o cuatro ideas que están
desarrolladas en libros, que están en casa, en el portátil. Y ya hasta el
segundo libro pasan seis años, ocho hasta el siguiente y diez hasta este. Por
la progresión, con cincuenta y ocho verá la luz mi siguiente libro, esperemos
estar vivos o al menos, conscientes.
Me gustan los romances, los sonetos, el verso libre bien
escrito, el verso blanco y la rumba, la cumbia y las soleás, El Cabrero, Bach,
Nick Cave, Vivaldi y Tom Waits, Leonard Cohen y Robe Iniesta, Manu Chao y Liszt.
¿Qué podemos encontrar en este libro?
El amor del clown refleja un escenario en el que pretendía
mostrar el mundo del espectáculo vital, de la noche canalla de Javier Egea y el
sexo múltiple de Sonetos & Desnudos de Narzeo Antino en un homenaje, de las
sustancias que nos permiten continuar el recuerdo, la reacción o el sueño.
Hablo desde un yo lírico que atraviesa el poemario y da claves para entender el
mundo o al menos cómo lo ve alguien dedicado a transformarse mediante aderezos
y maquillaje para soportar lo que a veces cae de todos lados.
¿Por qué elegiste ese título?
En realidad, como mis dos anteriores libros (Soledad amante
destino y Estigma y artificio) que llevan títulos sugeridos por José Ortega
Torres, este lleva el título de un poema central del libro y me lo sugirió el
poeta Javier García Cellino, que sabe mucho de esto y yo siempre escucho a
quienes saben más que yo.
Me venía bien para levantar (o hundir) un espacio que se conformaría
de miradas, sexo diverso, sugerencias, psicotropismo, mitología infantil y denuncias
sobre niñas desaparecidas y niños perdidos. También hay, según Carla Friebe —y
está siempre presente en mis oraciones, sabe más que yo y, por lo tanto, la
escucho embobado cada vez que habla— una poética y una geografía granadino-marbellita
muy concreta: la ciudad, sus recovecos, sus tertulias y su catetismo, o el mío
junto con la memoria de aquella adolescencia y los ritos sexuales de cierta
época y lugar veraniegos, húmedos y drogadictos. Este conjunto de elementos se
refleja en el libro y fue el que se presentó a Pascual Ortiz, el editor de
BajAmar y parece que lo convencieron de editar el libro.
¿Qué aporta la poesía al mundo?
Ojalá lo supiera. La imaginación es muy poderosa y puede
abrir puertas de habitaciones que no conocíamos. La vida, el amor, la muerte…
los grandes temas de siempre están ahí de manera más o menos querible para
nosotr@s, de manera más o menos cercana a nuestros gustos. La calidez, la modernidad
—pienso en Vicente Luis Mora, Pilar Adón, Julieta Valero o Berta García Faet— y
los campos de la ciencia, la física, la enfermedad, el monstruo, las
metamorfosis, lo clásico y atrevido —y pienso en Narzeo Antino, Góngora,
Valente— los poemas visuales, los juegos con los blancos en la página y la
poesía del silencio, las meditaciones, la fragmentariedad… todo me interesa, la
verdad, y creo que como hace poco decía Gerardo Rodríguez-Salas, incluso
podemos encontrar en la poesía una fluidez que nos puede llevar a contemplar
mundos reivindicativos, de las minorías, de lo queer… Y por supuesto, bien
hecha, la pura reivindicación política para que quienes leen poco y prefieren
utilizar la violencia, al menos puedan encontrar alternativas a esa fuerza bruta,
que es la que usan normalmente.
¿Si tuvieras que elegir un título para este poema, cómo lo llamarías?
Uf, retitular un pedazo de poema como este, de Julia Uceda,
llamado “Hablo de la infancia”, es demasiado loco para mí: creo que está
perfecto como está.
Muchas gracias por el interés, Carmen.
Escalera crujiente,
trozo de bosque organizado
por el que ir hasta la cumbre
de aquel desván lleno de sueños,
pájaros silenciosos
que viajan sin ruido.
Sobre ti estaba el premio
cubierto por el polvo
y lo muerto vivía
para mí, en mis ensueños.
Hogar sin sótanos,
todo aquello era hermoso
porque estaba creando su recuerdo;
viviéndote, sentía
que de algún modo ya te recordaba.
Y siempre que te acercas
entre la niebla, oigo
cómo se queja suavemente,
enmohecido por las lluvias,
el pesado cerrojo de una verja.
La del jardín acaso.
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