La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 22 de enero de 2023

EL DESPECHO, por José Luis Raya.

 



El despecho se ha venido considerando como algo peyorativo que, a posteriori, perjudicaba a la propia víctima, bien porque dejaba en evidencia sus carencias o complejos, bien porque realmente el ofendido-a descargaba su ira contra el ofensor, que poco o nada tenía que decir. Sin embargo, la víctima tiene absoluto derecho a desahogarse, lo que vulgarmente suele denominarse “derecho al pataleo”. Esto no debería tan siquiera cuestionarse; ahora bien, cuando ese despecho, que puede resultar incluso terapéutico, se convierte en cruenta venganza, podríamos hablar de patología. Pero esto no es exclusivo de las relaciones de pareja, sino que se extiende a los amigos, vecinos, trabajadores/jefes…

La matraca que nos están dando en los medios de comunicación es de órdago al respecto. Todos mencionan a diferentes cantantes o compositores, desde Paquita la del Barrio hasta Julio Iglesias, pasando por Miley Cyrus u Olga Guillot, Rocío Jurado, Isabel Pantoja o Rosalía. En realidad, estadísticamente hablando, este género, si es que podemos denominarlo como tal, se desarrolla especialmente entre voces femeninas y cercanas al folklore, en su sentido más amplio. Que no se me alarmen las feministas, pues en su descargo puedo asegurar que el hombre despechado, cuando hace acto de presencia puede resultar letal. No creo que me esté inventando nada.

Las mujeres abandonadas, con o sin motivos, se han visto como gatitas a la deriva o vacas sin cencerro. Seres abandonados a su suerte y víctimas de cualquier maledicencia u otras aberraciones. Parece ser que los hombres pueden rehacer su vida, mientras que las mujeres quedan estigmatizadas. No quisiera creer que aún arrastramos esta moral juedocristianamasónicarabesca o, como cualquier anticultura, donde la mujer abandonada es solo una muñeca rota, un trapo sucio, un objeto inservible. Antaño, la virginidad era, como sabemos, sobrevalorada. Ahora, los hijos son una tremenda carga para volver a empezar. Los hombres con hijos son una carga mucho menor, aunque seas famosa como la Shakira. Habría que restaurar o apedrear de una vez por todas este sistema heteropatriarcal que llevamos adosado a los genes como una lapa. Vaya, ya me salió la vena podemita. Es muy fácil también irse al otro extremo y asegurar que, cuando la mujer despechada actúa, desvalija al hombre y lo deja prácticamente en cueros: sin piso, sin casa, sin coche, sin hijos o qué sé yo. He visto de todo. A mi mente morbosa llega el despecho por antonomasia y es la venganza de Glenn Close hacia Michael Douglas en Atracción Fatal. Bien hecho, Glenn, a ese marido infiel había que darle un buen escarmiento; pero claro, el varón demostró arrepentimiento o algo parecido y había que cargarse a la pobre Glenn. Michael y Anne Archer, la dulce y leal esposa, tenían que unirse para vencer al demonio: la familia unida jamás será vencida. Una cana al aire es perdonable, especialmente si la echa el hombre. La mujer siempre será una puta. He ahí la moral esa que hemos heredado y que pesa como una losa.

Otros despechos que me asaltan son literarios. Todos recordamos las diatribas que se lanzaban Góngora y Quevedo a la par. Lo que quizás nadie sepa es que Francisco de Quevedo compró la casa de Góngora por 40.000 reales para desahuciarlo y echarlo a la calle como a un perro sarnoso, de hecho el pobre Luis se encontraba muy enfermo.

No obstante existe, como apunté al principio, una enorme cantidad y variedad de despechos y venganzas en todas las relaciones sociales. Estos resentimientos aparecen en nuestra más tierna infancia, quizás alimentados por unos padres rencorosos, y se vuelcan sobre el resto de los niños. Además, esto se aprende. Muchas víctimas de estos enconos los reutilizan, a su vez, para vengarse sobre otros seres que pasaban por allí. Son reciclables. Hay que desahogarse de alguna manera, aunque el receptor no sea merecedor de dichas tropelías. Los despechos se disfrazan muchas veces de “ninguneos”. No es necesario componer canciones hirientes o burlescas. El ninguneo, o esa patá que no se da, puede hacer mucho más daño, y son las señas de identidad de seres fríos, calculadores e indolentes, que ni sienten ni padecen. Eso sí, disfrutan con ese dolor que infligen sin infligirlo. Es una pena que esto no se contemple como una de las formas más exquisitas de hacer daño.

Para los amantes del cine, el teatro, la música o la literatura, debemos apoyar y fomentar el despecho venga de donde venga, ya que este virus favorece la creatividad y el deleite artístico. Podría considerar unas cuantas docenas de obras artísticas basadas en el despecho.

¿Acaso el final de don Juan no fue una suerte de despecho divino? Piénsalo un poco. Cosas de nuestra cultura. Hay que ser buenos y amar hasta la muerte, aunque tengas a tu lado a un ser insoportable.


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