La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

jueves, 29 de septiembre de 2022

LA OTRA VERSIÓN, por José Luis Raya

 


Hace mucho más de dos mil años Platón ideó una alegoría para aludir a la cara oculta de la verdad: sería otra manera de considerarlo. Como todos sabemos, unos hombres se encontraban encadenados desde que nacieron en el interior de una caverna, donde reinaba la oscuridad. Tan solo podían atisbar unas sombras que proyectaba una hoguera sobre el muro de la gruta. Estos hombres solo percibían como verdadero el reducido espacio que abarcaban sus sentidos, es decir, sombras y oscuridad. Es la alegoría más preclara sobre la insensatez y la ignorancia. Uno de estos condenados fue liberado para que observara la realidad en todo su esplendor, tal y como es, y se la transmitiera a sus compañeros presos. Evidentemente, el reo liberado fue considerado al principio como un loco.

Podría relacionarse también con otra alegoría, no tan conocida como tal, plasmada por Calderón en su genial “La vida es sueño”. Segismundo es encerrado y encadenado por su propio padre en una torre aislada. No podemos olvidar la magnífica escena de esta obra teatral cuando es liberado para que conozca las magnificencias de la corte y sus riquezas. En su delirio llega a confundir sueño con vigilia, esto es, realidad con irrealidad.

Existe un amplísimo escaparate literario y filosófico donde el lector es invitado a que juzgue por sí mismo dónde se encuentra el espacio real y el inventado. En ocasiones nos hallamos confundidos y damos por válidos unos conceptos que perdieron su validez, no tanto por el paso del tiempo como por los cambios mismos de la sociedad, aunque, desde luego, suele ser algo intrínseco. A menudo, se suele caer en eso que se denomina relativismo, esto es, cualquier punto de vista resulta igualmente válido, contradiciendo aquello que manifestaban los más viejos del lugar y era eso de que la verdad solo tiene un camino, tal y como apuntaba Platón en su alegoría y que sigue estando más vigente que nunca.

En ocasiones, debemos conocer la otra versión de las cosas para concluir o aproximarnos a esa verdad. No hay más ciego que el que no quiere ver. A menudo el hombre es feliz en su ignorancia y rechaza ese camino que conduce a la verdad. Erich Fromm se refería al miedo a la libertad, o lo que es lo mismo: miedo a la verdad. Javier Franco nos dice en su poemario que “La libertad duele”.

Son innumerables los literatos que nos han hecho partícipes de esa tremenda dualidad real/irreal a través de sus obras de ficción, muchas veces rodeada por esto que estoy llamando “la otra versión”. Don Quijote intenta convencer a Sancho, su escudero, sobre la veracidad de sus visiones, a lo que este, en sintonía con el lector, le reprende en cada momento. Hay un glorioso instante cervantino en el que se produce la quijotización de Sancho y la sanchificación de don Quijote, otorgando a la celebérrima obra una dimensión metafísica nunca alcanzada por la pluma de ningún otro autor. Se ha producido el memorable instante en el que debemos conocer y apreciar la otra versión, a sabiendas de que podamos llegar a sacrificar nuestras creencias e ideología.

A menudo nos aferramos a un confuso punto de vista, menospreciando la otra versión, esto es, el lugar donde quizás podamos enfrentarnos con nuestros miedos y nuestros prejuicios a lo que existe y desconocemos. En efecto, hay gente que prefiere seguir viviendo en penumbras y rechaza la magnífica oportunidad de acercarse a la verdad, al menos de poder contrastar.

Muchos ciudadanos se aferran a un concepto político que no funciona y siguen apoyando a sus más insignes gerifaltes, aunque sean corruptos, ladrones o sencillamente intolerantes con la diversidad humana. Otros se dejan llevar por esos demagogos que solo venden humo, desde su castillo de cristal, contradiciendo sus propios alegatos. Hay personas que delegan en otras que piensen y actúen en su lugar, seguramente porque tanto la libertad como la verdad duelen, o quizás les produzca miedo o rechazo. Hay mujeres que no se atreven a dar ese paso que las libere de su maltratador. Hombres que viven bajo el yugo de la opresión. Chicos que se han acostumbrado a convivir con el bullying y lo arrastran de por vida. Amigos o familiares que se traicionan entre ellos sin consideración ni empatía. Poderosos que oprimen a sus subordinados. Todos estos afligidos son los habitantes eternos de la gruta oscura de Platón. Los que no aprecian que hay una vida apacible y feliz más allá de sus propias tinieblas, donde reina la verdad, la libertad y la felicidad.

Sin embargo, a veces tenemos miedo, miedo a salir de la caverna y enfrentarnos a la cruda y liberadora realidad. Preferimos seguir piando en nuestra jaula porque tenemos el alpiste asegurado. Tan solo debemos tener presente, al menos, que a/fuera nos espera la otra versión que nos hará abrir los ojos y descubrir lo que ni tan siquiera imaginábamos.

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