La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

jueves, 29 de julio de 2021

SHIA, LA TRANS DE GRAN VÍA, por Dori Hernández Montalbán.

 


 

Shía, la trans de Gran Vía, llegó a Madrid desde Algeciras, porque como ella misma decía: ¡claro, allí no podía “ser”!.

En Madrid conocería a Nico, un amigo que sería ya incondicional en el tiempo. Nico lo acogió en sus primeros meses de estancia en la capital y vivió todo el proceso de transformación.

Nicolás es homosexual con mucha vida corrida, intelectual, que lo adoptaría, por decirlo de alguna manera. Shía, la trans de Gran Vía se llamaba Nicasio y vivió con Nicolás durante algunos meses.

Nicolás se dispone a acostarse, la escena comienza con el largo ritual de cada noche: lavado de dientes, limpieza de cutis, etc. En ese preciso momento suena el timbre. Son las dos de la madrugada.  Nico se inquieta, mira a través de la mirilla y, cuando ve que es Shia, abre inmediatamente.

 

*****

 

NICO: ¡Por Dios, qué horas Shía…!

SHIA: Lo sé querido, lo sé. Pero vengo reventá de dar vueltas por todo Madrid y con el corazón en la boca.

Nico cierra la puerta como si de una caja fuerte se tratara. Shía anda por el piso como Pedro por su casa. Se sienta en el sofá con un aspecto desastroso: medias con carreras, maquillaje corrido, una sola pestaña postiza…

NICO: ¡Por Dios, parece que venga de la guerra…

SHÍA: Peor que la guerra, esto ya es peor que la guerra.

Busca en la licorera y se sirve una copa.

NICO: “No le des prisa dolor que este es un concierto de olvido” y el mundo no se hizo en dos días. Relájate, tranquilidad. A ver, dime…

SHÍA: Mi novio…

NICO: ¡Bingo!.

SHÍA: No me interrumpas, por favor que no estoy para aguantar tus ironías. Las cosas no van bien con Gerard ¡y como soy tonta…!

NICO: El que reconoce el error ya tiene medio camino andado.

SHÍA: ¿Me quieres dejar que pueda desahogarme? Lo único que me faltaba a mí hoy. Ayer, Gerard me llamó por teléfono, respondo y nada más oír su voz me recorrió un escalofrío, un temblor… Me dice: “hoy no nos podemos ver porque se me ha complicado la tarde Tengo que grabar el Skech sí o sí. Bueno, te dejo, nos vemos”. Pero yo no me quedé tranquila, me dio el pálpito a mí que mentía porque se lo noté yo en la voz. Y además, porque miente más que parpadea. Así que como yo sé dónde graba, me fui para el estudio y lo esperé en la cafetería de enfrente hasta que lo vi salir. Terminó mucho antes de lo previsto. Salió muerta de risa con un tipo divino…, dicho sea de paso…, unas risas, unos achuchones… que a mí me entraron ganas de morirme allí de golpe.  Así que me fui para mi casa, para morirme en mi casa y que no me encontrara en la calle tiesa. Pero ¿cómo quedarme allí? ¡Imposible! si yo lo que quería era que volviera conmigo aunque fuera para darme un berrinche. No volvió, claro ¿cómo iba a volver…? Así que me maquillé como una diosa y me eché a la calle, a buscarlo desesperada. Después de peregrinar por los garitos de ambiente me volví aburrida, cogí el coche y me fui a los lugares de las élites. Y, mira tú por dónde, salían del Hotel Ritz, vestido de Vesace y con el mismo tío divino. Por poco me da una lipotimia allí mismo. Así que cambié de dirección, cogí el coche y lo seguí a una distancia prudente, llorando como una Magdalena y diciéndome a mí misma: ¡Ay, bastante condena tienes ya con este tío.

NICO: “A trabajos forzados me condena

             mi corazón, del que te di la llave.

             No quiero yo tormento que se acabe

              y de acero reclamo mi condena.”

SHÍA: (Llorando) Eso… ¿Qué? ¿Qué dices?.

NICO: Cito a Gala. Es un poema.

SHÍA: Ahhh, tu siempre con tus cosas…

NICO: Y tú con las tuyas.

SHÍA: ¡Pero esto es muy serio Nico! (Llora lágrimas, unas de cocodrilo y otras más verdaderas). Se bajaron en el Ritz Garden. Iban a comer como los jeques árabes…, y al salir, se besaron como dos posesos, con un descaro que hasta los transeúntes hicieron sonar todos los claxon de Madrid. Destrozada, muerta de celos, hice el camino inverso, y cuando me dispongo a coger el coche, se presentan dos o tres cabezas rapadas más mamados que batallón y comienzan a insultarme, a increparme, me agarran del pelo, me arrancan la peluca: mi preciosa peluca de pelo natural ¡Un dineral pisoteado! Y en el forcejeo pierdo una lentilla y una pestaña, se me hace una carrera en la media… menos mal que había una patrulla urbana cerca, les digo lo que había pasado y los tíos cobardes salen corriendo…, vuelvo en el coche llorando lágrimas de sangre como La Amargura y pienso: ¿a dónde voy? y se me ha ocurrido venir a verte.

NICO: Bueno, pues ya que estás aquí te das una ducha y descansas. Y mañana vamos tú y yo a tu piso y, a este, le hacemos las maletas y a la puta calle.

SHIA: ¿A la calle? ¡A la puta calle!.

NICO: Y no le digas ni media…, le dejas las maletas en el pasillo y le pones el tema de Paquita la del Barrio: “Rata de dos patas”.

 

Suena la canción.

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