Las palabras acercan el horizonte
que se contrae en las miradas.
Ensimismada en la azotea hormiguea la curiosidad,
son las cosas y sus nombres lo que encandila al verbo.
Hay un remolino de imágenes furtivas en la solana
deslizándose tras el piar de un noble pájaro.
Ningún otro, parece querer acoplarse a su estrofa.
Presto los oídos a su silbido,
hilvano tonos azules en la página.
Si él, supiese que tarareo su canto,
amasando las palabras en lo alto del árbol.
¿Dónde tendrá el nido?
Decido que soy afortunada,
escuchando su gorjeo, y con él, este poema.
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