Es cierto
que el dolor nos modela hacia una libertad que siempre debió de ser innata en
el ser humano, pero el proceso de la fragilidad, de lo físico, de no poder ser,
porque el dolor lo dificulta, quizás sea al fin y al cabo el detonante de la
superación, lo que nos hace perder miedos. La poesía no se explica, porque en
sí, tiene múltiples ventanas a múltiples
paisajes, lo que implica un mundo de posibilidades, y tú poesía, que habla de
dolor, del olvido, de hojas, esas que apartamos de niños como canicas, y que naufragan como olas repetidas, una y otra vez y que no por ello se muere en
la espera. Tú poesía es veraz, y empuja a seguir leyendo, a presentir los
recuerdos y sonetos que atrapan, para contar sus sílabas, por pura manía. Al leer tus perseidas me vienen a la mente
las cometas en aquellos cerros, donde los universos siempre buscan orígenes y
destinos, y otra vez vuelven los sonetos con sueños de poetas, y así el otoño y
sus hojas se manifiestan en silencio.
Presiento las arenas, las espumas y ese mar de
gaviotas que también es mi mar, que poco a poco te va acercando al destino, ese
que tanto amamos y no nos dejará ni un instante, por muchos caminos que
recorramos y playas que nos susurren gemidos del pasado. Pero no, no lo creo,
nuestra generación no deja de luchar, de mil maneras y a pesar de todo
regresamos atraídos por los olores y sabores mirando al infinito, donde la
soledad espera a que decidas , mientras
la libertad duele.
No entiendo otra forma de sentir un poemario,
y el tuyo se hila de principio a fin con un sutil y a la vez veraz sentimiento
de fragilidad y futilidad que llega.
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