Languidece el rosal, incapaz de transcender
a sus lentos capullos
que palidecen en su íntimo esplendor.
Mustios, se les desmorona la cabeza,
presos de su rama van empobreciendo.
Hace días que los contemplo,
parecen esclavos rendidos al amo.
Sumisos brotes,
flojos pétalos de capa caída,
marchitos en su circulo.
Cerca del rosal, tendido boca arriba,
yace un desafortunado escarabajo.
Desamparadas hormigas, creyéndose victoriosas,
merodean el cadáver,
nada más lejos de la certeza,
son ínfimos seres que acabaran aplastados
por la indiferencia de algún zapato.
Esclavos y amos.
Amos y esclavos.
Los unos sin los otros, no existiría el relato.
Decir que caminan a la par,
parece una broma de mal gusto,
los unos se ennoblecen, los otros se achican.
No creo que nadie dude, quién son los unos,
y quién son los otros.
(Disculpen el retintín)
Yo no sé, si todos vivimos en cautividad,
por eso con frecuencia miro al cielo,
reclamando el vuelo ininterrumpido
de pájaros que
planean sin atropellar,
que se cruzan sin humillar.
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