La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 30 de mayo de 2021

HABLANDO DE LETRAS CON OLALLA CASTRO.





Olalla, gracias por atender nuestra entrevista.

 

¿Qué ha significado para usted haber sido galardonada con tantos premios? 

Los premios me han permitido dos cosas: una, publicar, y hacerlo en editoriales que, como lectora, son para mí un referente emocional e intelectual (Pre-Textos o Hiperión), y otra, seguir escribiendo. Si durante todos estos años he podido permitirme dejar de trabajar unos meses y dedicarlos a la escritura de mi siguiente libro, ha sido gracias al dinero que he ganado con los premios. Luego están, y no vamos a negar que tengan importancia, elementos como la visibilidad o el prestigio que los premios otorgan a la carrera de cualquier autora, pero mi principal motivación a la hora de presentarme a premios es puramente materialista, en el sentido más marxista del término. Posiblemente si no fuese una trabajadora precaria, si tuviese una nómina asegurada al final de cada mes, no me presentaría a premios.

¿Es la poesía un género para minorías? 

Sí, tenemos que asumir que ocupamos una parte diminuta del campo literario y que participamos del género menos leído, sin duda. Lo que ocurre es que todavía pesa el capital simbólico que la poesía ha acumulado durante siglos, de ahí que esta siga manteniendo su aura, entendiéndola como la entendía Walter Benjamin; pero, realmente, desde el punto de vista del capital económico, que es el que rige nuestras vidas (no olvidemos que la literatura es hoy más mercado que nunca), la poesía es un género absolutamente insignificante. Eso, por suerte, la convierte en un género más independiente y más libre que el resto (con la contrapartida de ser más difícil ganarse la vida con ella). En el momento en que la poesía dejase de ser un género marginal (hablo siempre en términos de mercado) y pretendiera acercarse al centro del sistema literario, el precio a pagar sería el vaciado de todo su potencial crítico, transformador, subversivo (lo estamos viendo ya en esa seudopoesía que practican Marwan o Loreto Sesma y que ocupa los primeros puestos en las listas de ventas). La libertad (no la de Adam Smith, esa que tanto reivindica la derecha actual, sino la que nos legaron Marx o Bakunin) solo puede estar en los márgenes.

¿Cuál de sus poemarios considera la obra más madura? 

Mis dos últimos poemarios, que son una especie de hermanos mellizos (pues los fui escribiendo al mismo tiempo y los dos se editaron con apenas unos meses de diferencia): Bajo la luz, el cepo e Inventar el hueso. Aunque de forma muy distinta, ambos transitan los mismos lugares teóricos (la crítica a la Modernidad, a los cimientos de ese edificio epistemológico suyo -el sujeto, el lenguaje, la Razón-) y los mismos temas (el poder, el dolor, la enfermedad, la muerte, la búsqueda de salidas en la resistencia colectiva). Uno se construye como un libro de relatos, muy apegado a lo narrativo, y en el otro el lirismo está íntimamente ligado a lo ensayístico. Los dos son ejercicios de hibridación textual, que es lo que siempre me ha interesado: tratar de mantenerme del lado de la poesía mientras exploro sus límites, las líneas de frontera donde se entrecruza con otras textualidades, con otros discursos, con otros géneros.

¿Cómo construye sus poemarios? ¿son resultado de un plan estructural previo o primero nace el poema? 

Sí, casi siempre hay detrás de ellos un concepto, una arquitectura. Un poemario es para mí un edificio sostenido por una idea que, sin duda, es lo primero y lo más importante. En esa idea, normalmente, ya van comprendidas muchas cosas: las partes que tendrá el libro, cómo se relacionarán unas con las otras, qué las ligará entre sí, cuál será el tono de los poemas, incluso qué tipo de metáforas usaré. En los cimientos de Bajo la luz, el cepo, por ejemplo, estaban ya esa crítica a la Modernidad (y a los tres sistemas de opresión que trae consigo: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado) y el propósito de llevarla a cabo ficcionalizando cuatro historias reales acontecidas en la segunda mitad del siglo XIX; la exploración en los límites entre poesía, narrativa e historia, el hecho de construir cuatro personajes que contasen su relato en primera persona y algunas de las metáforas que iban a aparecer en todo el libro y a conectarlo con el propio título (esa luz que no nos permite ver el cepo está en el hielo que la expedición del capitán Franklin recorre, en el oro que se busca en Siskiyou y en el blanco que impera en la clínica de La Salpêtrière). Digamos que para levantar ese edificio necesito un plano bastante detallado, lo cual tiene sus cosas buenas (sé cuál es mi objetivo, no me distraigo, me es mucho más fácil avanzar) y sus cosas malas (a veces ese plan previo se me convierte en un corsé que apenas me deja respirar; digamos que yo misma me impongo unos límites de los que me cuesta mucho salir, incluso cuando estoy sintiéndolos como asfixiantes).

¿Piensa que actualmente existe desigualdad entre mujeres y hombres en el mundo literario? ¿Por qué? 

Sí, claro que existe. Y no es una opinión, es un hecho contrastado por decenas y decenas de cifras (las de los premios, los jurados de premios, la presencia en festivales, ferias del libro, revistas, antologías…). Luego está lo que se queda fuera de las cifras (la condescendencia y el paternalismo con los que siguen tratándonos los críticos, las preguntas machistas en entrevistas, las referencias a nuestro aspecto físico, el recurso a la intimidación y la ridiculización cuando no nos mostramos sumisas, por no hablar de asuntos como el acoso sexual). Lo que ocurre es que en los últimos años el mercado ha entendido que somos una mayoría de mujeres quienes compramos libros y leemos y ha empezado a interesarse por publicarnos. Eso se ha conjugado con un trabajo arduo por parte del feminismo, que se ha preocupado por rescatar a las escritoras olvidadas de cada generación, por traducir o reeditar a autoras hasta ahora inaccesibles, por crear sus propias editoriales (como Ménades o Tránsito). De ahí que parezca que hay un boom de literatura escrita por mujeres, pero solo hay que mirar las cifras que he mencionado al principio para aterrizar en la realidad y ver lo lejos que estamos de la paridad todavía.

¿Su obra narrativa contiene prosa poética? ¿En qué se distingue la poesía de la prosa poética? 

Todo lo que escribo contiene la semilla de lo poético, incluso (cada vez más), mis conferencias o textos ensayísticos. En estos momentos tengo dos libros inéditos: uno es una novela que, sin salir de lo que se espera de ese género (siendo una historia con unos personajes al uso), está atravesada por elementos más propios de la poesía (el ritmo, las metáforas, las anáforas, el tratamiento mismo del lenguaje) y otro es un poemario, pero escrito de principio a fin como poesía en prosa. En ese segundo caso, es poesía que prescinde del verso, del metro, pero conserva todo lo demás.

¿Cuándo se va a estrenar como novelista? 

En la primavera del año pasado terminé mi primera novela, gracias a la beca Montserrat Roig, aunque está siendo largo el proceso de intentar que vea la luz. Me he dado cuenta en este último año de lo distinto que es el universo de la narrativa y su mercado y me he sentido bastante perdida. He estado presentándome a algunos premios, pero justo el año pasado, cuando la acabé en pleno confinamiento, muchos no se convocaron. Los premios de narrativa, además, son otro mundo: pertenecen a las grandes editoriales, hay mucho más dinero y muchos más intereses creados alrededor de ellos. Parece muy difícil editar gracias a ellos, pero también lo es que acepten tu manuscrito en una editorial o una agencia literaria “grandes” con una primera novela.

¿Qué opina del mundo editorial? 

Bueno, creo que he apuntado ya algunas cosas a lo largo de la entrevista sobre lo que pienso del mercado editorial. Lo principal es eso, que es un mercado, con todas las connotaciones negativas que para una marxista como yo posee ese término. Luego, que es un mundo, como casi todos, donde se entrecruzan infinidad de juegos de poder y en el que confluyen intereses de todo tipo que dan lugar a actitudes mafiosas, pleitesías, camarillas, servilismos. Pero, volvemos a la reflexión sobre los márgenes: se puede generar otra cosa desde la periferia de ese sistema y eso es algo que tenemos que tener muy claro. Es imperativo romper con ese modo de funcionar, imponer una lógica distinta, ética, ideológica y económicamente hablando, que dé lugar a una cultura crítica, transformadora, revolucionaria.   

 

Gracias por su tiempo y su amabilidad.

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