La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 14 de julio de 2019

EL ESPEJO, por Alicia María Expósito.




Estaba ahí… ¡la buscó tanto!... por las calles, por las plazas, por los rincones de la vieja casa… 

¡y estaba ahí!

Necesitaba encontrarla. Descansar a su sombra y detener la vida para entenderlo todo.

Pasó  tanto tiempo que, a veces , le parecía que había sido  un sueño, pero las fotografías (aquellas viejas fotos en blanco y negro eternamente colocadas encima de la cómoda de la abuela), le devolvían la certeza de que aquel trozo de vida le había pertenecido, le seguía perteneciendo incluso ahora.

La recordaba bien…tan pequeña, tan frágil, presa de un miedo que nunca le perteneció. Lo heredó de su madre. Aquella mujer que siempre la protegía… del viento, de la lluvia, y hasta de sí misma   ¡Cuánto la quiso!. Su memoria seguía impregnada de aquel olor tan suyo a jabón y ropa limpia. Recordaba su voz, hecha susurro para acunarla con canciones y cuentos que espantaban los malos sueños, las noches de tormenta.

El miedo y la soledad acabaron levantando un muro que la aislaba del mundo y de sus males, como una caja de cristal hecha solo para ella. Así, al principio, miraba como pasaba el tiempo y con él, la vida, las  manecitas y la cara pegadas a aquel cristal invisible. Hasta que un día entendió que su mundo era su casa y decidió sembrarlo de sueños. Sueños de niña chica forjados en sonidos de campana, arrullos de paloma y caricias dormidas de mariposa. Sueños que la mantenían a salvo y feliz ante tanto naufragio. Por eso la buscaba ahora.

Necesitaba cuanto antes sus sueños sin espinas, su corazón intacto, para seguir andando.

¡La buscó tanto… y al fin estaba allí!. ¡Siempre había estado allí!. Esperándola. Solo tenía que levantar los ojos y mirarse al espejo.




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